Por Daniel Ventura Herranz
Lo habrán escrito mil antes que yo, pero ahí va, por si acaso: el boxeo es una bohemia. Desprecia la tecnología que otros deportes anhelan, esquiva el glamour de multitudes oloroso, ignora al mundo por principio y cuadrado es, a ver por qué si no, su escenario. Es una soledad tensa o hirviente, un collar de traumatismos, el camino más largo y escarpado. El boxeo es una apuesta incabal por uno mismo. Y así le llega, creo yo, al que lo mira: como una testarudez. Ahí tú, aquí yo y nos vamos a dar de hostias hasta que nos caigamos. Impropio, desde luego, en estos tiempos del ex-dolor y de la ex-sangre. ¿Pero qué sería de los tiempos sin contratiempos? En cada uno de los guantes de cada uno de los púgiles hay una pregunta grabada, una cuestión que se clava en cada abdomen, en cada mentón, en cada pómulo. “¿Por qué?”.
Es, claro que sí, una cuestión principal. Pero queda evidentemente sin contestar. De ahí la épica, que no es sino una acumulación de interrogantes capitales insatisfechos. (Si no me creéis, coged cualquier historia épica y haced la prueba. Aquí os espero). Probablemente sólo estoy diciendo tonterías (atisbo el gesto torcido de los expertos), bajo el influjo de una experiencia nueva y estimulante. El sábado estuve en una velada de boxeo. Nunca, a pesar de la insistencia de muchos, había sentido demasiada atracción por el deporte de los golpes. Me decían que era bello y vibrante, magníficamente crudo, y que podría venirle bien a mi escritura. Lo decían, claro, como si hiciese falta ver algo para escribir de ello y desconocían que ya tenía yo un par de relatos, más sobre boxeadores que sobre boxeo, lógicamente escondidísimos. Pero el sábado estuve en una velada de boxeo, y me gustó para siempre.
Ese fogonazo que nunca antes se había producido, esa sacudida que nos ata de una vez por todas a un tema y nos empuja a bebérnoslo entero, podría (debería, pensaréis algunos) haberse dado en la visión de un combate histórico, sobresaliente, blanquinegro de gloria y crónicas. Pero no, porque la insolencia es un modo de vivir y no aguanta tamañas tipicidades. Se (me) produjo en un gimnasio de arrabal, aparentemente a trasmano de la trascendencia. Pero sólo aparentemente, porque hace mucho que se descubrió (y no digo ‘se inventó’, ya lo discutiremos) la grandiosidad de las pequeñas cosas. Vi a un boxeador espigado desinflarse ante uno bajito, que se le escondía en las tripas y le castigaba desde el infierno. Vi a un púgil compacto, tan ansioso de atacar que se dejaba la defensa abajo. Vi a otro ser machacado en el primer asalto y perseguir con fiereza un nulo en los dos restantes.
No vi la técnica, mitad porque no sé verla, mitad porque no la había. Pero vi a chicos darlo todo en el ring y darse la mano tras perseguir la destrucción mutua. Vi gente animando y sufriendo con la danza de su favorito por los límites del ring. Vi lesiones, vi victorias y algunos buenos golpes. Y vi, sobre todo, la verdad de aquellos que hacen algo y lo hacen pensando que es lo único que quieren hacer. Ése es el tipo de verdad sobre el que se construye la gloria. Una verdad que tiene detrás, insisto, una pregunta incontestada.
Blog: El rincón insolente: http://rinconinsolente.blogspot.com/
8 comentarios
señor, ha usted escrit algo hermoso,
yo he practicado el boxeo a manera más bien de aficionado y hasta hace poco veo peleas y leo sobre ello,
hasta hace bien poco le he tomado el sentido a ver a dos personas que sin tapujos suben al ring como bien dice usted “persiguiendo la destrucción mutua”
este deporte es hermoso y sobra decir que no tiene comparación.
Un saludo y por favor escriba más sobre el tema que lo hace genial.
+100
Los demas que hablen, solo nosotros sabemos lo que es esto…
De todo el gran relato me quedo con lo último que explica lo que es el boxeo y la sinceridad del autor.
No vi la técnica, mitad porque no sé verla, mitad porque no la había. Pero vi a chicos darlo todo en el ring y darse la mano tras perseguir la destrucción mutua. Vi gente animando y sufriendo con la danza de su favorito por los límites del ring. Vi lesiones, vi victorias y algunos buenos golpes. Y vi, sobre todo, la verdad de aquellos que hacen algo y lo hacen pensando que es lo único que quieren hacer. Ése es el tipo de verdad sobre el que se construye la gloria. Una verdad que tiene detrás, insisto, una pregunta incontestada.
Muchas gracias por el articulo, llevo harto tiempo leyéndolos y da gusto su profesionalismo y olfato para opinar, espero ansioso su próxima participación, al parecer fue capaz de divisar esa razón que solo los que boxeamos experimentamos.
Muchas gracias a todos por sus comentarios. Estoy francamente muy feliz al ver que les ha gustado.
Lo único que hice fue poner por escrito, con el estilo que tengo, las sensaciones que me produjo mi primer acercamiento al boxeo y algunos de los pensamientos que se me despertaron. Es reconfortante comprobar que muchos de ustedes se reconocen en mis palabras.
Quería dar las gracias a Solo Boxeo por haberme ofrecido un hueco en su página.
Un abrazo a todos.
es cierto solo las personas que practicamos el deporte podemos saberlo
!Vaya! Un escritor que no diatriba;que escoge una a una sus palabras, sus puntos y que se despide con un abrazo.
¿Pos dónde estoy?
Muchas felicidades. Es un texto conmovedor crudo como la pelea que vió. A partir de ahora seguiré sus textos.
Nuvamente, felicidades. Y una abrazo de vuelta.