Malas decisiones: hoy es el turno de Billy Joe Saunders

Por Rodrigo Cavazza

El boxeo es de los pocos deportes, sino el único, donde el protagonista, el peleador, admite públicamente la importancia del dinero a la hora de tomar decisiones, y coloca la cuestión monetaria casi a la misma altura que la relevancia del legado y la gloria deportiva. Es justo realmente, porque la carrera de un boxeador, como de cualquier deportista en realidad, es relativamente corta, y conocemos, además, los riesgos a los que se expone. Cada carrera es distinta, al igual que los trajines y las necesidades que suelen acontecerles a los que van a la vanguardia del pugilismo. Una vez consagrados se dan ciertos lujos, como el caso de Mayweather que peleaba dos veces al año, y en algunas temporadas apenas si realizaba un combate nomás, como en los años 2011 y 2012 en donde solamente subió al cuadrilátero una vez, frente a Victor Ortiz y Miguel Cotto respectivamente. Por lo demás, un púgil ignoto que está formando su legado pelea repetidas veces. Manny Pacquiao debutó como profesional en Enero de 1995, y ese año completó una decena de combates. Yendo un poco más atrás en el tiempo, El Gran Campeón Mexicano, Julio Cesar Chávez, realizó nada menos que diecinueve peleas distribuidas en sus primeros dos años en el boxeo rentado. Éstos son sólo dos de los cientos o acaso miles de casos, lo destacable es que iniciaron sus carreras desde lo más bajo, para llegar a la gloria máxima de esta disciplina. Los nombres de estos dos campeones resuenan incluso para personas ajenas al boxeo, y eso es un mérito de mucha importancia, porque esta clase de trascendencia no es nada fácil de lograr, por eso es que se requiere mucho: disciplina, dedicación, habilidad y también inteligencia, no sólo arriba del ring, sino abajo.

En el año 2000, Sergio “Maravilla” Martinez era un prospecto con buenas condiciones y un récord decente (16-0-1 con 6 KO), sin embargo nunca había salido de Argentina, y su nombre era absolutamente desconocido en el universo boxístico. Necesitaba una pelea importante que pusiera su nombre en el mapa, y lo acercara, por vez primera, a las grandes multitudes.

Fue en ese momento cuando apareció su oportunidad. Antonio Margarito, un joven mexicano que comenzaba a dar sus primeros pasos serios, se encaminaba para disputar un título mundial en las 147 libras y buscaba algún rival decente para probarse en el Mandalay Bay de Las Vegas, la meca del box. Fue en ese momento cuando surge en las conversaciones el nombre de Martinez, y el argentino, ni lento ni perezoso, vio en esa oferta la oportunidad para insertar su nombre en las grandes ligas aun sabiendo que sus posibilidades de ganar eran harto remotas, como años más tarde, ya consagrado, admitiría. Lo que sucedió fue “lo que debía suceder”, en palabras del mismo Sergio Martinez, el ganador fue el boxeador de más nombre y experiencia, y Maravilla volvió a la Argentina con su primer derrota, pero habiendo sembrado su nombre en el boxeo, y con bastante más experiencia. La historia luego es la que ya conocemos todos. Maravilla sería campeón argentino, emigraría a Europa, luego daría el salto a los Estados Unidos, ganaría títulos mundiales, lo colocarían entre los grandes nombres, forjaría su legado y acumularía los millones de dólares con los que todo boxeador profesional sueña.

Todos los boxeadores que logran llegar tuvieron experiencias similares. El propio Floyd Mayweather Jr., el deportista mejor pagado de la historia, también aceptó ser el lado “B” y acató aquello que le impusieron (escenarios, jueces, guantes, pesos) porque sabía que era una inversión para su futuro. Así fue su pelea con Oscar De la Hoya en 2007, se peleó en el peso que De la Hoya quiso, en el estadio que De la Hoya quiso, y con los guantes que De la Hoya quiso. De la Hoya se llevó la mejor bolsa y más dinero, lo demás es otra historia que también conocemos: Mayweather ganó esa pelea y desde entonces nunca más volvió a ser el “lado B”.

Pero así como hay historias fructíferas, están aquellos cuyo ego les jugó una mala pasada, y se acomodaron en la senda de las malas decisiones: Adrien “The Problem” Broner. ¿Qué se puede decir de esta promesa que nunca terminó de explotar que no se haya dicho ya? Algunos años atrás, cuando su carrera ya tambaleaba, a Broner, casi como un favor divino, le llegó la oportunidad de enfrentarse al legendario Manny Pacquiao. Lo que trascendió fue que Bob Arum le ofreció nada menos que cuatro millones de dólares, cifra generosa considerando que la carrera de Broner ya se encontraba en franca caída, sin embargo, el personaje en el que se convirtió Adrien Broner rechazó enérgicamente la propuesta aludiendo que para sentarse a negociar tenían que ponerle la incoherente suma de diez millones sobre la mesa. Bob Arum, que perderá el pelo pero no las mañas, salió espantado, y Broner perdió la oportunidad de reconstruir su carrera. Sabido es en este mundo que conocemos tan bien, que si un boxeador se enfrenta a una leyenda viva y lo vence, la gloria entera es para él, no sólo deportiva, sino económica. ¿Cuánto valor tiene en las futuras bolsas tener una victoria sobre Manny Pacquiao en tu currículo? Es algo que cotiza siempre en alza. Pero incluso sin vencerlo, si te toca pelear con un boxeador que marca época y sales derrotado, como es muy presumible desde el vamos, pero demostrando coraje, demostrando técnica, ganas y corazón, siempre serás recompensado, como tantas peleas tuvo Ruslan Provodnikov, el Rocky siberiano.

La gente valoró su coraje, y donde peleaba se llenaban los estadios (y eso se traduce en repercusión, que a su vez se traduce en dinero). Lo que sucedió después es lo que siempre le sucede a Broner. No logró la pelea con Pacquiao, enfrentó a otros rivales, tuvo actuaciones pobres, reproches, indisciplinas, y tuvo más renombre por sus desventuras fuera del ring y de los gimnasios que por su carrera deportiva. Como su nombre siguió teniendo valor, pese a su magro desempeño, Bob Arum lo volvió a buscar para cruzarlo con Pacquiao a principios de 2019. Broner se convirtió en un boxeador limitado pero duro de roer y con pegada desafiante. Siendo un buen contendiente para probarse, y Pacquiao, ya entrado en años y con muchos detractores dudando de su vigencia, vio en él una oportunidad para acallar a los habladores ya que venía de una derrota, aunque cuestionadísima, ante un desconocido Jeff Horn y de vencer ampliamente, con KO incluido, a un boxeador como Lucas Matthysse que a esa altura, por la falta de ahínco, estaba más cerca del retiro que de un título mundial.

Arum hizo una oferta a Broner mucho más pobre que la anterior (dos millones y medio de dólares) y Broner la aceptó sin chistar. La soberbia y las malas decisiones le hicieron perder al de Cincinnati muchísimo dinero, pese a ser esto, al parecer, el faro que guía su vida pugilística.

Ya en este hórrido 2020, a Billy Joe Saunders le llegó la oportunidad de hacer historia sobre el tinglado, cuando desde la Golden Boy Promotions le propusieron que peleara contra el Canelo, el boxeador más relevante de la actualidad.

Sabido es el poder que tiene el nombre de Canelo Alvarez a la hora de las negociaciones y de hacer dinero, y también que su nombre a secas llena los estadios y vende las peleas, y pensar que un boxeador sin semejante fortaleza mediática puede disputarle algo del dominio en los acuerdos es irrisorio. La pelea se hace donde quiere el Canelo y bajo las condiciones del Canelo, y si no te gusta así, entonces tendrás que buscarte otro rival, un rival que te hará ganar muchísimo menos dinero y prensa, porque si quieres ganar los millones que ganarías peleando con Canelo, entonces es obligatorio aceptar sus condiciones. No digo que sea justo, sólo digo cómo son las cosas. Saunders no estuvo dispuesto a aceptar lo que le ofrecieron (cuya cifra no trascendió) alegando que no era suficiente teniendo en cuenta lo que se llevaría el Canelo (que son más de treinta millones, pero hay que recordar que el Canelo tiene un contrato con DAZN con un monto total ya prefijado pelee con quien pelee, de trescientos sesenta y cinco millones de dólares, por un número determinado de peleas). Saunders parece olvidar varios puntos en la cuestión, estamos en una situación inédita en el mundo entero, una pandemia que mantiene a las economías congeladas, una recesión económica de carácter mundial y una cuarentena que prohíbe la asistencia a eventos multitudinarios (por lo que la pelea sería, en principio, sin público). Todo esto merma fuertemente las recaudaciones, y a esto se le suman los puntos no extraordinarios, que son dolorosos para Saunders porque se entrelazan personalmente con él: Saunders no es un boxeador cuyo nombre sea reconocido y convoque espectadores, simplemente no lo es. Billy Joe Saunders no pelea en PPV, Billy Joe Saunders no tiene ningún nombre relevante en su récord, a pesar de contar con campeonatos en dos pesos distintos (apenas un triunfo ante David Lemieux, otrora campeón de peso Medio por la FIB, que a su vez éste tampoco tiene victorias importantes), Billy Joe Saunders ni siquiera es el boxeador más importante de su país (Inglaterra).

Saunders rechazó pelear con Canelo porque no está conforme con la bolsa que le ofrecieron, a pesar de que un buen desempeño contra el boxeador número 1 del momento lo catapultaría a los primeros planos y eso significa mayores bolsas en su próximas peleas. Si la idea de Billy Joe Saunders es construir un legado deportivo y económico a futuro, al rechazar esta pelea, está tomando una mala decisión. A veces hay que perder (dinero), para poder ganar (dinero).