Edmundo F. Hernández Vergara
Montebello, Ca.-A Holyfield nadie podía acercarse. Era misión imposible. Apartado en un extremo del salón, conversaba solo con gente de su confianza. Sus guardaespaldas eran implacables: “¡No Pictures!”, decían los hombres de más de 1.90 de estatura, mientras extendían sus brazos y usaban como escudo las palmas de sus enormes manos, muy cerca del pecho de todo aquél que intentaba desafiarlos en busca de una firma o fotografía con su patrón.
En el otro extremo del recinto, que lucía repleto muy próximos al mediodía, encontramos el contraste. “Sugar” Shane Mosley, el californiano que a principios de milenio fue considerado como el mejor libra por libra del planeta, atendía a la gente con su acostumbrada paciencia y amabilidad. Firmaba guantes y revistas, conversaba brevemente con sus seguidores, sonreía y ponía cara de sorpresa cuando le recordaban algún pasaje de su carrera para culminar posando sin condiciones ante las cámaras.
“Tiene los ojos verdes… qué simpático. Es todo un galán”, expresó para sí misma una sexagenaria de cabellos platinados, impactada por el trato y la personalidad del pugilista afroamericano.
No hay duda, Mosley se llevó la tarde por la atención ejemplar que brinda a sus admiradores, pero el único galán que nos interesaba a los tijuanenses ese domingo 28 de abril era Manuel “Mantecas” Medina.
Todos los que hemos tratado al buen “Mantecas” desde hace tiempo estamos familiarizados con sus frases y vocablos muy particulares que utiliza para socializar. Te dice “galán” aunque no seas guapo, y él mismo se ha ganado el apodo como un efecto búmeran de una palabra que usa con frecuencia.
Y así fue como lo presentó Benjamín Rendón Castrejón, juez internacional del CMB, quien se encargó de su inducción en todos los aspectos: desde la propuesta para su ingreso al Salón Nacional de la Fama hasta del discurso de introducción en la misma ceremonia.
“Felicidades, galán… bien merecido”, dijo Rendón y entregó el trofeo bronceado, en forma de guante, que inmortalizó esa tarde a Medina como parte de la clase 2024 del NBHF (National Boxing Hall of Fame), que preside Bill Dempseyyoung.
Días previos al evento, nos reunimos en un restaurante de la avenida Revolución en Tijuana con la esposa de Manuel Medina. Benjamín Rendón le entregó los boletos que le permitirían el acceso a la ceremonia. Elizabeth Quiles fue, sin lugar a duda, el motor principal de los éxitos del pugilista nayarita, arraigado en esta frontera desde su infancia. Habla con pasión de los logros de su esposo y vuelve a sufrir cuando recuerda momentos de angustia.
“Le dijeron muchas veces que tenía que retirarse, pero yo le daba ánimos. Nadie creía en él, pero siempre tuvimos confianza y de esta manera fue como logró ser campeón del mundo en cinco ocasiones”, así resume Elizabeth la experiencia en los cuadriláteros del “Mantecas”.
“Bien dicen que detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer…”, le reconoció Rendón.
“Si supieran por todas las que pasamos”, dice la esposa de Medina. “La vez que peleó con (Juan Manuel) Márquez él se fue primero a Las Vegas. Yo me fui después porque tenía a una de mis niñas aún muy pequeña. Me fui manejando y en el camino me orillaba para darle de comer a mi bebé. Así llegué a Las Vegas y me encontré con la sorpresa de que Manuel tenía las plantas de los pies ampolladas. Sus zapatillas de toda la vida se le habían roto y había estado entrenando con unos botines nuevos que le lastimaron los pies”, agregó.
Elizabeth volvió a hacer corajes como si viviera de nuevo aquella situación. Maldijo al doctor que no lo quiso infiltrar y remató: “Por eso perdió con Márquez. Nosotros estábamos seguros, por el estilo de Manuel, que le íbamos a ganar, pero las ampollas no lo dejaron. De ahí, Márquez despegó…”.
Antes de marcharse del restaurante, Quiles recordó el instante que marcó el final de la carrera de su esposo. Nadie mejor que ella para narrarlo.
“Yo siempre le decía, cuando tú sientas que ya no puedas me vas a decir ´ya… ya estuvo´, pero eso solo lo vas a decidir tú. Entonces, se le ocurre ir a pelear a Sudáfrica (contra Malcolm Klassen), muy lejos y yo no pude ir. Yo le había dicho: Manuel, si ves que no puedes, te quedas en la esquina y ya no salgas; no quería que lo golpearan. Yo presentía que no le iba a ir bien”, remembra Elizabeth.
Luego añade, conmovida por los flashazos del pasado: “Entonces, Manuel me llamó por teléfono desde Sudáfrica. Ya había perdido. Se quedó un rato en silencio del otro lado de la línea y me dijo: ´ya… se acabó´. Y se le quebró la voz… jamás volvió a subir a un ring”.
Manuel “Mantecas” Medina se retiró en agosto de 2008, tras labrar una trayectoria tan sorprendente como envidiable. Coronarse campeón del mundo en cinco ocasiones, en una misma división, no es un dato menor. Si ganar un solo título universal es ya una proeza, ¿qué se puede decir de un pentacampeón?
Al nayarita le sobran méritos para ser condecorado y esa tarde esperó con paciencia su momento en el salón del Quiet Cannon de Montebello. Le tocó el penúltimo turno de casi 30 galardonados. Vio pasar a Evander Holyfield, Shane Mosley, Micky Ward y a Marco Antonio Barrera, por mencionar los nombres más llamativos. Finalmente, Bill Dempseyyoung lo invitó a subir al estrado de los consagrados, provocando una de las ovaciones más notables del evento.
Barrera, su compañero de toda la tarde en la mesa de honor le aplaudió de pie y, de los aplausos, surgió con timidez un coro que terminó escuchándose plenamente en todo el recinto: “¡Mantecas, Mantecas, Mantecas!”. Los tijuanenses que asistieron se habían hecho sentir, como lo hacen en las arenas cuando pelea uno de los suyos.
Manuel tomó el micrófono, tras el emotivo discurso de inducción de Benjamín Rendón, y agradeció a los presentes las muestras de afecto.
“Quiero agradecer a toda la gente que vino desde Tijuana para estar conmigo en este momento tan importante para mí. No tengo palabras para expresar lo que siento. Siendo sinceros, nunca pensé en lograr tanto en mi carrera, pero las cosas se fueron dando. Agradezco también a Benjamín Rendón todas sus atenciones y que me haya considerado para ingresar al Salón de la Fama”, expresó Medina.
Tras los aplausos de rigor, Rendón retomó el micrófono y le cedió una porción de la gloria a Elizabeth Quiles: “No quiero dejar de mencionar que parte importante de los éxitos de este gran campeón se deben a su esposa Elizabeth. Ella ha sido un motor en la carrera de Manuel y ha estado con él en las buenas y en las malas. ¡Enhorabuena para ella también y toda su familia!, indicó.
La edición 2024 del NBHF había concluido. Medina atendió a los medios y bromeó con los suyos una vez liberado del compromiso: “¿Cómo la ves, galán? Me aplaudieron más que a Luis Miguel, ¿verdad?”.
Minutos después de las cuatro de la tarde, el recinto empezó a vaciarse. Los nudos de las corbatas perdieron tensión, los cuellos descansaron; algunos daban los últimos abrazos de despedida y otros perseguían a los consagrados en el estacionamiento para solicitarles una firma en la gaceta conmemorativa del evento. En un rincón, Bill Dempseyyoung, el artífice de todo esto, se apreciaba exhausto pero complacido. Sonaba jazz que tocaba en vivo una banda.
Era hora de regresar a casa, no sin antes realizar una breve escala. Benjamín Rendón había olvidado en su mesa una botella de un licor que no logré descifrar. Alguien se la había obsequiado durante el evento. De esta manera, nos dirigimos al hotel sede, ubicado a unos cuantos metros del Quiet Cannon, en donde se hospedaba el oficial del CMB. Nos dispusimos a esperar en el lobby cuando Tony Ángulo, enviado del semanario Zeta y parte de la comitiva tijuanense se me acerca y me informa que afuera está Holyfield. Y ahí estaba, en la banqueta del Valet Parking, con su cara dura e inexpresiva el hombre que alguna vez derrotó a Mike Tyson. Sus guardaespaldas se mantenían alertas, pese a que no se apreciaba a nadie alrededor.
Y allá vamos por la foto; no había nada que perder. “¡No pictures!”, dice enérgicamente uno de los escoltas. Pero esta vez, Holyfield lo aparta con el brazo, posa de buena gana primero para la cámara de Tony y luego para la mía. Me da la mano amistosamente y permite casi al instante que la seguridad haga su trabajo. Una mano lo aprisiona a la altura de las costillas y se lleva al excampeón mundial de peso completo.
Poco después llegó Rendón y le entregamos su botella. Lo percibimos cansado, pero satisfecho. “Qué bien salió el evento, ¿verdad? Se fueron contentos Barrera y el ´Mantecas´. Sintieron el cariño de su gente. El próximo año vamos a ingresar a Oscar del Hoya. Ya hablé con él”, dijo y nos despedimos. La edición 2025 ya empieza a escribirse.
Fotos: EFHV