El descrédito de los organismos que rigen el boxeo está alcanzando límites insospechados.
Un aficionado puntual de este deporte jamás se percatará del daño que los Sulaimán and company están ejerciendo de manera constante a este noble arte.
No podemos, no obstante, ser ilusos. La mácula del negocio pugilístico siempre ha estado ahí, ya saben, los Don King de turno que se enriquecían sin escrúpulos con la sangre de esos guerreros perdidos.
Pero incluso esos viejos promotores tenían códigos, por muy pequeños que fueran.
Siempre hubo quien pudo manipular un ranking para de esa forma favorecer al representado de turno, que carente de talento conseguía llegar a la cima. Y curiosamente me viene a la memoria el nombre de John Ruiz, no sé por qué.
El fraude siempre estuvo ahí agazapado a la espera para poder sacar rédito del dolor y las heridas de algún contendiente.
Pero jamás habíamos vivido lo que estamos padeciendo ahora. Esta falsificación parcial que ensucia sin ningún atisbo de vergüenza al boxeo.
Vemos ranking adulterado, resultados de tarjetas incomprensibles, enfrentamientos sin rigor ni ética, boxeadores que esperan y desesperan por una oportunidad que ya se ganaron hace mucho tiempo.
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Promotores que manejan a los organismos a su capricho, boxeadores que eligen y deciden con quien combaten esquivando a aquellos que no quieren enfrentar. Sin pudor y con el beneplácito de muchas personas que viven en torno a este negocio siniestro. ¿Qué fue de aquel deporte duro?, ¿dónde se perdió?
No van a matar al boxeo, lo tienen en un estado catatónico, como un paciente que resiste el dolor con drogas y fármacos. No lo matarán, pero es posible que lo dejen lisiado para siempre.
Si por mí fuera muchos de estos estafadores deberían estar en prisión.
Marcos Nogueroles Hernández