MITOS Y LEYENDAS DE NUESTROS PUEBLOS
Re: MITOS Y LEYENDAS DE NUESTROS PUEBLOS
Un grande el manu chao...y esa frase me identifica mucho.
A propósito...podria haber alguna fórmula para pegar videos de boxeo o música,y que estos salgan directos al hacerles click....
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Re: MITOS Y LEYENDAS DE NUESTROS PUEBLOS
Un grande el manu chao...y esa frase me identifica mucho.
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Re: MITOS Y LEYENDAS DE NUESTROS PUEBLOS
esa opcion solo la tiene nuestro Administrador.
poner enlaces y link no se q tan posible sea q aparezcan en una pantalla dentro de un msj.
puede q la opción exista y no haya/mos descubierto com hacerlo.
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Desaparece,Desaparece Breve Llama de Fuego,Que la Vida es solo una Sombra que Camina!.
Re: MITOS Y LEYENDAS DE NUESTROS PUEBLOS
LOS NAHUALES EN MÉXICO
Por Carlos Eduardo Díaz
En México, existe la leyenda de los nahuales. Se trata de historias que van más allá de la mera tradición popular, pues para una gran cantidad de gente, aún en nuestros tiempos y en nuestras grandes ciudades, estos seres son reales.
Aunque estas narraciones se mencionan con regularidad en prácticamente todas las culturas antiguas, el nahual es un ser mitológico de raíz mexicana. Su nombre, nacido del náhuatl, significa doble o proyectado.
De acuerdo con la tradición prehispánica, los dioses aztecas, mayas y toltecas poseían la facultad de adoptar formas animales para interactuar con el ser humano. Cada dios solía transformarse en uno o dos animales. Tezcatlipoca, por ejemplo, se aparecía convertido en jaguar o coyote; en tanto, Huitzilopochtli se manifestaba con apariencia de colibrí.
Además, cada persona, desde su nacimiento, poseía el espíritu de un animal que se encargaba de protegerlo y aconsejarlo, principalmente durante el sueño. Estos espíritus también eran llamados nahuales.
Sin embargo, mediante la magia, los brujos y chamanes podían establecer un fuerte vínculo con su nahual, de modo que sus sentidos se agudizaban notoriamente. Pero había otro modo de aprovechar al nahual personal. Quienes se adentraban en el conocimiento de las cosas ocultas, lograban transformarse en su animal guía. De este modo, en México se le conoce como nahual al brujo que tiene la habilidad de transformarse.
Este don, que recibían gracias a sus estudios y pactos con espíritus, podía ser utilizado para el bien, generalmente al convertirse en una especie de vínculo con el mundo sobrenatural. Pero también solía ser usado para otros propósitos, como la maldad. Por ello, a los nahuales normalmente se les teme.
Son muchos los casos que he escuchado. Algunos antiguos, pero otros, la mayoría, han sucedido en nuestros días, según las personas que me los han referido. El nahual es mucho más que una leyenda. Muchos afirman que es tan real que ellos lo han visto con sus propios ojos.
En su libro Las calles de México, el cronista Luis González Obregón cuenta una historia a la que llama La calle de la mujer herrada.
Dicho suceso aconteció entre los años de 1670 y 1680, en el número 3 de la Calle de la Puerta Falsa de Santo Domingo, hoy llamada Perú, en el centro histórico de la ciudad de México. La casa aún existe, y es la número 100.
En ese lugar vivía un clérigo, quien, pese a sus votos eclesiásticos, se había amancebado con una “mala mujer”.
Cerca de ahí, en la entonces Calle de las Rejas de Balbanera, un herrero había levantado su casa y su taller. El herrero resultaba ser gran amigo del clérigo, además de su compadre. Gracias a este lazo espiritual, se creía con el deber de aconsejarlo que dejara a aquella mujer, pues sus tratos carnales con ella constituían un gran pecado. Por supuesto, el clérigo jamás escuchó razones.
En cierta ocasión, avanzada ya la noche, el herrero escuchó fuertes golpes en su puerta. Temiendo que pudieran ser ladrones, se levantó de la cama temeroso y preguntó el santo y seña. Resultó que eran dos negros, quienes aseguraron que llevaban un encargo de su patrón, aquel clérigo compadre suyo.
Le rogaba que le herrara la mula, pues muy temprano debía hacer un viaje al Santuario de la Virgen de Guadalupe. El herrero reconoció la mula de su compadre, y aunque de mala gana, por lo avanzado de la hora, le clavó las cuatro herraduras de rigor. Al finalizar la tarea, los dos negros se llevaron al animal, pero dándole tan tremendos golpes, que el buen herrero los reprendió.
Muy de mañana, el herrero salió a ver a su compadre, pues quería saber el motivo de la urgencia. Grande fue su sorpresa al hallar al clérigo aún en cama. Le recriminó que lo hubiera despertado a media noche, y que si tanta era su prisa, por qué se hallaba aún en traje de dormir. El clérigo escuchó atento la historia, y le explicó que él no había enviado a ningún criado, que seguramente se trataba de una broma que alguien quiso jugarle al herrero.
Al llegar a esta conclusión, ambos comenzaron a reír, y trataron de despertar a la mujer del clérigo para contarle la travesura que habían sufrido.
Primero le hablaron con voz baja, después el tono comenzó a subir e incluso la movieron. Pero la mujer estaba quieta, perfectamente muerta. Al destaparla, ambos miraron con horror: los pies y las manos de la mujer tenían clavadas las cuatro herraduras que el herrero había colocado en las pezuñas del animal. Su cuerpo mostraba golpes por todos lados: los golpes que los dos negros habían propinado tan cruelmente a la mula la noche anterior.
Otras muchas historias me han contado; todas ellas, ocurridas en nuestros días. He aquí las más interesantes.
Un pintor de brocha gorda me refirió una anécdota, ocurrida en su pueblo de origen, situado en el Estado de México. Ahí, afirmó, tenía un grupo de amigos, con quienes solía pasar el tiempo. Los fines de semana, habían adoptado la costumbre de irse al fondo de una barranca a tomar y platicar.
Una noche, cuando se encontraban en aquel lugar, sentados alrededor de una fogata, comenzaron a escuchar ruidos extraños. Ninguno dijo nada. De pronto, un remolino surgió de la nada y los envolvió con tanta furia que los sacudía entre la tierra y los elevaba varios metros. Aunque no recuerda cuánto tiempo pasó, al finalizar se estrellaron contra el suelo. Voltearon a verse. Estaban todos, menos uno. En su lugar, se encontraba un perro que los miraba con ojos atentos y divertidos. El perro de pronto esbozó una gran sonrisa y comenzó a reír. Ninguno se esperó. Salieron huyendo a toda prisa.
Al día siguiente, dos de aquellos amigos caminaban por las calles del lugar, mientras platicaban del suceso. En eso estaban cuando escucharon la voz de aquel amigo suyo que había desaparecido después del remolino. “¡Adiós, cuñado!”. Voltearon pero no encontraron a nadie. Siguieron caminando y escucharon otra vez la misma voz y la misma frase. “¡Adiós, cuñado!”. Esta vez, al voltear, miraron al perro de la noche anterior. Se le quedaron viendo fijamente, y el perro se echó a reír. “No se asusten, que soy yo…”. Pero no lo dejaron acabar de hablar. Salieron corriendo, esta vez más asustados que nunca.
Pasaron algunos días y los amigos volvieron a encontrarse. Le preguntaron a aquel extraño amigo suyo de qué se trataba todo. Él les dijo: “no tengan miedo, soy yo, a veces me convierto, y cuando eso pasa se aparece el remolino de aire. Yo no les voy a hacer nada, pero si se llegan a encontrar con alguien más como yo, saquen las monedas que traigan en la bolsa y aviéntenlas al suelo; con eso rompen el hechizo”.
Esto se les quedó muy grabado, sobre todo una noche, cuando el miedo se les había pasado y agarraron confianza de volver a ir a la barranca. Entre la plática y las cervezas, y estando todo en calma, de pronto vieron desaparecer a aquel amigo suyo. No les dio tiempo de levantarse. Enseguida vino el remolino que los levantó y los revolcó por todos lados. Uno de ellos recordó la manera de romper el encantamiento; metió la mano en su bolsa, agarró un puño de monedas y las aventó al suelo.
Todos cayeron, atraídos por la gravedad. Al mirar a su amigo, ya convertido en perro, lo encontraron en medio del remolino, siendo azotado una y otra vez, mientras con voz de súplica les decía: “ya, ya, recojan las monedas…”.
El mismo pintor me contó otra historia, sucedida también en su pueblo.
Otros dos amigos suyos regresaban de una noche de parranda. Era muy de madrugada, y en medio del campo se toparon con una mula. Una mula muy grande y muy bella que ninguno conocía. Tan atractivo era el animal que decidieron llevárselo. Al montarse, y la mula sentir el peso de los dos, comenzó a correr sin parar y sin que ellos pudieran hacer algo para detenerla. Al llegar a una cerca, el animal se detuvo de golpe y ambos se estamparon. Al levantarse y sacudir la cabeza para recuperar la ubicación, voltearon, y en lugar de la mula, descubrieron a un anciano al que conocían muy bien. El viejo estaba desnudo, respirando con dificultad, y con palabras entrecortadas les dijo: “Ah, muchachos, ¡cómo pesan!”. Por supuesto salieron corriendo hasta estar muy lejos.
Una tercera historia del pintor: en sus tiempos de juventud, tanto él como su mejor amigo solían visitar a dos hermosas muchachas quienes vivían en un pueblo vecino. Un pueblo, en su decir, con mala fama, pues se creía que estaba repleto de brujos malos.
Cierta noche, al regresar, montados ambos en una misma moto, sintieron deseos de detenerse y orinar. Dejaron la motocicleta encendida, para que su luz iluminara el camino unos metros más allá. En eso estaban cuando sintieron que algo pasó volando muy cerca de sus cabezas. Voltearon hacia arriba y sólo descubrieron dos sombras muy grandes que daban vueltas. De pronto, las sombras bajaron en picada, y en medio de grandes risas, reconocieron las voces. Pero más aún: reconocieron los rostros: se trataba de las dos jóvenes a quienes ellos pretendían. Ambas muchachas, convertidas en aves enormes de plumaje oscuro. Nunca regresaron por aquellos rumbos.
Esta otra historia les sucedió a dos de mis tíos abuelos, en el estado de Durango. Eran jóvenes cuando las primeras películas comenzaron a proyectarse. El cine era una novedad que nadie podía perderse. Hacia allá se dirigieron. En el camino, se encontraron con la mujer más bella que podían imaginar: piel blanquísima, rostro perfecto y cabello largo, negro y reluciente. La invitaron a ver la película y ella aceptó de buena gana.
Al llegar, la sentaron en medio. Aprovechando la oscuridad, comenzaron a besarla por turnos, ignorando que en realidad estaban pasándose la saliva el uno al otro. Esto no importaba. Aquella joven tan excelentemente hermosa lo valía.
Al finalizar la función, la invitaron a ir a otro sitio. Ella aceptó, también de buena gana. En el camino, y ya de noche, aquella mujer se detuvo en un farol para arreglarse la media. Subió su pierna para apoyarla, y ambos descubrieron la pantorrilla mejor formada que hubieran visto. Siguieron mirándola: su cintura, su cadera, aquellas piernas escondidas bajo el vestido limpio y amplio, su cabellera como una larga noche en vela… estaban encantados con su conquista, así que cuando ella volteó esperaban encontrar un rostro hermosísimo y vivo. Pero no fue lo que descubrieron. En vez en eso, de entre la negra cabellera surgió una cara de caballo que les sonreía.
Estas historias se repiten prácticamente en cada pueblo, en cada barrio. Viejos que se transforman en perro, en zorro o en coyote para robarse las gallinas y el maíz; mujeres hermosísimas con cara de mula o de caballo; hombres jóvenes que hacen pacto con el diablo y amanecen con marcas de manos negras sobre su cuerpo, como si se tratara de profundas quemaduras; después de estos pactos, adquieren la habilidad de transformarse en animales que deambulan robando, asustando, persiguiendo a todo aquel a quien se encuentren caminando a altas horas de la noche.
Quienes los han visto, juran que no es una leyenda. Los describen como enormes animales, todos muy vistosos, que miran con ojos enfurecidos por el fuego, o que hablan y se ríen burlonamente. Mi bisabuelo afirmaba que una noche, mientras regresaba montando su caballo, un enorme cerdo se le atravesó. El horrendo animal atacaba a su montura, pues en lugar de orejas presumía un par de cuernos. Mi bisabuelo, charro de Jalisco, tomó su 45 y le disparó repetidas veces al marrano. Según decía, lo único que se veía era el fogonazo de su arma, pero no emitía ruido alguno. Incluso cuando le descargó el revólver, el cerdo continuaba atacando a su caballo sin mostrar herida alguna.
Algo similar le sucedió al abuelo de una amiga, en el estado de Hidalgo. A mitad de la noche, cuando regresaba de sus faenas montado en su caballo, se topó de frente con un inmenso borrego, tan grande y tan sobrado de carnes, que no podía creerlo. El animal, lejos de asustarse, embistió al jinete, quien no tuvo problemas para lazarlo por el cuello, arrastrarlo y colgarlo de un árbol. Ahí quedó aquel borrego, entre movimientos de agonía. A la mañana siguiente, cuando el abuelo de mi amiga regresó a buscar al borrego, y pensando en la sabrosa barbacoa que cocinaría, el miedo lo invadió. Lo que halló no fue al borrego muerto, sino a una anciana ahorcada, luciendo en el cuello la reata con que, una noche antes, la había atrapado.
Leyenda para algunos, realidad para muchos más, los nahuales forman parte del folclor mexicano que se transmite de boca en boca.
Por Carlos Eduardo Díaz
En México, existe la leyenda de los nahuales. Se trata de historias que van más allá de la mera tradición popular, pues para una gran cantidad de gente, aún en nuestros tiempos y en nuestras grandes ciudades, estos seres son reales.
Aunque estas narraciones se mencionan con regularidad en prácticamente todas las culturas antiguas, el nahual es un ser mitológico de raíz mexicana. Su nombre, nacido del náhuatl, significa doble o proyectado.
De acuerdo con la tradición prehispánica, los dioses aztecas, mayas y toltecas poseían la facultad de adoptar formas animales para interactuar con el ser humano. Cada dios solía transformarse en uno o dos animales. Tezcatlipoca, por ejemplo, se aparecía convertido en jaguar o coyote; en tanto, Huitzilopochtli se manifestaba con apariencia de colibrí.
Además, cada persona, desde su nacimiento, poseía el espíritu de un animal que se encargaba de protegerlo y aconsejarlo, principalmente durante el sueño. Estos espíritus también eran llamados nahuales.
Sin embargo, mediante la magia, los brujos y chamanes podían establecer un fuerte vínculo con su nahual, de modo que sus sentidos se agudizaban notoriamente. Pero había otro modo de aprovechar al nahual personal. Quienes se adentraban en el conocimiento de las cosas ocultas, lograban transformarse en su animal guía. De este modo, en México se le conoce como nahual al brujo que tiene la habilidad de transformarse.
Este don, que recibían gracias a sus estudios y pactos con espíritus, podía ser utilizado para el bien, generalmente al convertirse en una especie de vínculo con el mundo sobrenatural. Pero también solía ser usado para otros propósitos, como la maldad. Por ello, a los nahuales normalmente se les teme.
Son muchos los casos que he escuchado. Algunos antiguos, pero otros, la mayoría, han sucedido en nuestros días, según las personas que me los han referido. El nahual es mucho más que una leyenda. Muchos afirman que es tan real que ellos lo han visto con sus propios ojos.
En su libro Las calles de México, el cronista Luis González Obregón cuenta una historia a la que llama La calle de la mujer herrada.
Dicho suceso aconteció entre los años de 1670 y 1680, en el número 3 de la Calle de la Puerta Falsa de Santo Domingo, hoy llamada Perú, en el centro histórico de la ciudad de México. La casa aún existe, y es la número 100.
En ese lugar vivía un clérigo, quien, pese a sus votos eclesiásticos, se había amancebado con una “mala mujer”.
Cerca de ahí, en la entonces Calle de las Rejas de Balbanera, un herrero había levantado su casa y su taller. El herrero resultaba ser gran amigo del clérigo, además de su compadre. Gracias a este lazo espiritual, se creía con el deber de aconsejarlo que dejara a aquella mujer, pues sus tratos carnales con ella constituían un gran pecado. Por supuesto, el clérigo jamás escuchó razones.
En cierta ocasión, avanzada ya la noche, el herrero escuchó fuertes golpes en su puerta. Temiendo que pudieran ser ladrones, se levantó de la cama temeroso y preguntó el santo y seña. Resultó que eran dos negros, quienes aseguraron que llevaban un encargo de su patrón, aquel clérigo compadre suyo.
Le rogaba que le herrara la mula, pues muy temprano debía hacer un viaje al Santuario de la Virgen de Guadalupe. El herrero reconoció la mula de su compadre, y aunque de mala gana, por lo avanzado de la hora, le clavó las cuatro herraduras de rigor. Al finalizar la tarea, los dos negros se llevaron al animal, pero dándole tan tremendos golpes, que el buen herrero los reprendió.
Muy de mañana, el herrero salió a ver a su compadre, pues quería saber el motivo de la urgencia. Grande fue su sorpresa al hallar al clérigo aún en cama. Le recriminó que lo hubiera despertado a media noche, y que si tanta era su prisa, por qué se hallaba aún en traje de dormir. El clérigo escuchó atento la historia, y le explicó que él no había enviado a ningún criado, que seguramente se trataba de una broma que alguien quiso jugarle al herrero.
Al llegar a esta conclusión, ambos comenzaron a reír, y trataron de despertar a la mujer del clérigo para contarle la travesura que habían sufrido.
Primero le hablaron con voz baja, después el tono comenzó a subir e incluso la movieron. Pero la mujer estaba quieta, perfectamente muerta. Al destaparla, ambos miraron con horror: los pies y las manos de la mujer tenían clavadas las cuatro herraduras que el herrero había colocado en las pezuñas del animal. Su cuerpo mostraba golpes por todos lados: los golpes que los dos negros habían propinado tan cruelmente a la mula la noche anterior.
Otras muchas historias me han contado; todas ellas, ocurridas en nuestros días. He aquí las más interesantes.
Un pintor de brocha gorda me refirió una anécdota, ocurrida en su pueblo de origen, situado en el Estado de México. Ahí, afirmó, tenía un grupo de amigos, con quienes solía pasar el tiempo. Los fines de semana, habían adoptado la costumbre de irse al fondo de una barranca a tomar y platicar.
Una noche, cuando se encontraban en aquel lugar, sentados alrededor de una fogata, comenzaron a escuchar ruidos extraños. Ninguno dijo nada. De pronto, un remolino surgió de la nada y los envolvió con tanta furia que los sacudía entre la tierra y los elevaba varios metros. Aunque no recuerda cuánto tiempo pasó, al finalizar se estrellaron contra el suelo. Voltearon a verse. Estaban todos, menos uno. En su lugar, se encontraba un perro que los miraba con ojos atentos y divertidos. El perro de pronto esbozó una gran sonrisa y comenzó a reír. Ninguno se esperó. Salieron huyendo a toda prisa.
Al día siguiente, dos de aquellos amigos caminaban por las calles del lugar, mientras platicaban del suceso. En eso estaban cuando escucharon la voz de aquel amigo suyo que había desaparecido después del remolino. “¡Adiós, cuñado!”. Voltearon pero no encontraron a nadie. Siguieron caminando y escucharon otra vez la misma voz y la misma frase. “¡Adiós, cuñado!”. Esta vez, al voltear, miraron al perro de la noche anterior. Se le quedaron viendo fijamente, y el perro se echó a reír. “No se asusten, que soy yo…”. Pero no lo dejaron acabar de hablar. Salieron corriendo, esta vez más asustados que nunca.
Pasaron algunos días y los amigos volvieron a encontrarse. Le preguntaron a aquel extraño amigo suyo de qué se trataba todo. Él les dijo: “no tengan miedo, soy yo, a veces me convierto, y cuando eso pasa se aparece el remolino de aire. Yo no les voy a hacer nada, pero si se llegan a encontrar con alguien más como yo, saquen las monedas que traigan en la bolsa y aviéntenlas al suelo; con eso rompen el hechizo”.
Esto se les quedó muy grabado, sobre todo una noche, cuando el miedo se les había pasado y agarraron confianza de volver a ir a la barranca. Entre la plática y las cervezas, y estando todo en calma, de pronto vieron desaparecer a aquel amigo suyo. No les dio tiempo de levantarse. Enseguida vino el remolino que los levantó y los revolcó por todos lados. Uno de ellos recordó la manera de romper el encantamiento; metió la mano en su bolsa, agarró un puño de monedas y las aventó al suelo.
Todos cayeron, atraídos por la gravedad. Al mirar a su amigo, ya convertido en perro, lo encontraron en medio del remolino, siendo azotado una y otra vez, mientras con voz de súplica les decía: “ya, ya, recojan las monedas…”.
El mismo pintor me contó otra historia, sucedida también en su pueblo.
Otros dos amigos suyos regresaban de una noche de parranda. Era muy de madrugada, y en medio del campo se toparon con una mula. Una mula muy grande y muy bella que ninguno conocía. Tan atractivo era el animal que decidieron llevárselo. Al montarse, y la mula sentir el peso de los dos, comenzó a correr sin parar y sin que ellos pudieran hacer algo para detenerla. Al llegar a una cerca, el animal se detuvo de golpe y ambos se estamparon. Al levantarse y sacudir la cabeza para recuperar la ubicación, voltearon, y en lugar de la mula, descubrieron a un anciano al que conocían muy bien. El viejo estaba desnudo, respirando con dificultad, y con palabras entrecortadas les dijo: “Ah, muchachos, ¡cómo pesan!”. Por supuesto salieron corriendo hasta estar muy lejos.
Una tercera historia del pintor: en sus tiempos de juventud, tanto él como su mejor amigo solían visitar a dos hermosas muchachas quienes vivían en un pueblo vecino. Un pueblo, en su decir, con mala fama, pues se creía que estaba repleto de brujos malos.
Cierta noche, al regresar, montados ambos en una misma moto, sintieron deseos de detenerse y orinar. Dejaron la motocicleta encendida, para que su luz iluminara el camino unos metros más allá. En eso estaban cuando sintieron que algo pasó volando muy cerca de sus cabezas. Voltearon hacia arriba y sólo descubrieron dos sombras muy grandes que daban vueltas. De pronto, las sombras bajaron en picada, y en medio de grandes risas, reconocieron las voces. Pero más aún: reconocieron los rostros: se trataba de las dos jóvenes a quienes ellos pretendían. Ambas muchachas, convertidas en aves enormes de plumaje oscuro. Nunca regresaron por aquellos rumbos.
Esta otra historia les sucedió a dos de mis tíos abuelos, en el estado de Durango. Eran jóvenes cuando las primeras películas comenzaron a proyectarse. El cine era una novedad que nadie podía perderse. Hacia allá se dirigieron. En el camino, se encontraron con la mujer más bella que podían imaginar: piel blanquísima, rostro perfecto y cabello largo, negro y reluciente. La invitaron a ver la película y ella aceptó de buena gana.
Al llegar, la sentaron en medio. Aprovechando la oscuridad, comenzaron a besarla por turnos, ignorando que en realidad estaban pasándose la saliva el uno al otro. Esto no importaba. Aquella joven tan excelentemente hermosa lo valía.
Al finalizar la función, la invitaron a ir a otro sitio. Ella aceptó, también de buena gana. En el camino, y ya de noche, aquella mujer se detuvo en un farol para arreglarse la media. Subió su pierna para apoyarla, y ambos descubrieron la pantorrilla mejor formada que hubieran visto. Siguieron mirándola: su cintura, su cadera, aquellas piernas escondidas bajo el vestido limpio y amplio, su cabellera como una larga noche en vela… estaban encantados con su conquista, así que cuando ella volteó esperaban encontrar un rostro hermosísimo y vivo. Pero no fue lo que descubrieron. En vez en eso, de entre la negra cabellera surgió una cara de caballo que les sonreía.
Estas historias se repiten prácticamente en cada pueblo, en cada barrio. Viejos que se transforman en perro, en zorro o en coyote para robarse las gallinas y el maíz; mujeres hermosísimas con cara de mula o de caballo; hombres jóvenes que hacen pacto con el diablo y amanecen con marcas de manos negras sobre su cuerpo, como si se tratara de profundas quemaduras; después de estos pactos, adquieren la habilidad de transformarse en animales que deambulan robando, asustando, persiguiendo a todo aquel a quien se encuentren caminando a altas horas de la noche.
Quienes los han visto, juran que no es una leyenda. Los describen como enormes animales, todos muy vistosos, que miran con ojos enfurecidos por el fuego, o que hablan y se ríen burlonamente. Mi bisabuelo afirmaba que una noche, mientras regresaba montando su caballo, un enorme cerdo se le atravesó. El horrendo animal atacaba a su montura, pues en lugar de orejas presumía un par de cuernos. Mi bisabuelo, charro de Jalisco, tomó su 45 y le disparó repetidas veces al marrano. Según decía, lo único que se veía era el fogonazo de su arma, pero no emitía ruido alguno. Incluso cuando le descargó el revólver, el cerdo continuaba atacando a su caballo sin mostrar herida alguna.
Algo similar le sucedió al abuelo de una amiga, en el estado de Hidalgo. A mitad de la noche, cuando regresaba de sus faenas montado en su caballo, se topó de frente con un inmenso borrego, tan grande y tan sobrado de carnes, que no podía creerlo. El animal, lejos de asustarse, embistió al jinete, quien no tuvo problemas para lazarlo por el cuello, arrastrarlo y colgarlo de un árbol. Ahí quedó aquel borrego, entre movimientos de agonía. A la mañana siguiente, cuando el abuelo de mi amiga regresó a buscar al borrego, y pensando en la sabrosa barbacoa que cocinaría, el miedo lo invadió. Lo que halló no fue al borrego muerto, sino a una anciana ahorcada, luciendo en el cuello la reata con que, una noche antes, la había atrapado.
Leyenda para algunos, realidad para muchos más, los nahuales forman parte del folclor mexicano que se transmite de boca en boca.
Re: MITOS Y LEYENDAS DE NUESTROS PUEBLOS
EL CALEUCHE
Cuenta la leyenda que el Caleuche es un buque fantasma que navega por los mares de Chiloé y los múltiples canales del sur de Chile. Poderosos brujos conforman su tripulación, la que sólo navega por las noches, jamás con luz de día. Según la creencia popular las personas que han muerto ahogadas son recogidas por este misterioso barco desde las profundidades del mar para ser acogidas en la vida eterna. Si bien la embarcación brinda hogar a aquellos que han naufragado, no es igual de gentil con aquellos que se han atrevido a dirigirle la mirada de frente. Los tripulantes castigan a los “osados” torciéndoles la boca o la espalda, e incluso en ocasiones, dándoles la muerte.
Para ocultarse de las miradas no deseadas, El Caleuche tiene las facilidad de transformarse en un simple madero flotante o simplemente hacerse invisible. Otros lo identifican como el barco que se oculta en la neblina que él mismo genera para esconderse de las personas.
No obstante, el Caleuche también puede ser compasivo. Cuando navega cerca de las costas y se apodera de ciertas personas, las lleva a visitar ciudades instaladas en el fondo del mar, revelándoles las ubicaciones de las grandes fortunas ocultas en el mar y permitiéndoles gozar de ellas con la amenazante condición de que mantengan esos secretos hasta la muerte. Si no lo hacen se exponen a ser severamente castigados por los “brujos” tripulantes. Las malas lenguas dicen que cuando un comerciante logra hacerse de una rápida fortuna, es debido a que ha tenido contactos ocultos con el barco “fantasma”.
Cuenta la leyenda que el Caleuche es un buque fantasma que navega por los mares de Chiloé y los múltiples canales del sur de Chile. Poderosos brujos conforman su tripulación, la que sólo navega por las noches, jamás con luz de día. Según la creencia popular las personas que han muerto ahogadas son recogidas por este misterioso barco desde las profundidades del mar para ser acogidas en la vida eterna. Si bien la embarcación brinda hogar a aquellos que han naufragado, no es igual de gentil con aquellos que se han atrevido a dirigirle la mirada de frente. Los tripulantes castigan a los “osados” torciéndoles la boca o la espalda, e incluso en ocasiones, dándoles la muerte.
Para ocultarse de las miradas no deseadas, El Caleuche tiene las facilidad de transformarse en un simple madero flotante o simplemente hacerse invisible. Otros lo identifican como el barco que se oculta en la neblina que él mismo genera para esconderse de las personas.
No obstante, el Caleuche también puede ser compasivo. Cuando navega cerca de las costas y se apodera de ciertas personas, las lleva a visitar ciudades instaladas en el fondo del mar, revelándoles las ubicaciones de las grandes fortunas ocultas en el mar y permitiéndoles gozar de ellas con la amenazante condición de que mantengan esos secretos hasta la muerte. Si no lo hacen se exponen a ser severamente castigados por los “brujos” tripulantes. Las malas lenguas dicen que cuando un comerciante logra hacerse de una rápida fortuna, es debido a que ha tenido contactos ocultos con el barco “fantasma”.
Re: MITOS Y LEYENDAS DE NUESTROS PUEBLOS
las historias de Animales protectores son muy difundidas.
esta la q dice q Cuando pedro de Alvarado Derroto a Tecun Uman debio primero matar a su animal guardian q era el Quetzal.
tbn cuando El Gran Atlacatl se fue a las colinas y se revelo por el maltrato sufrido por los.hombres de alvarado este envio primero unos mensajero y estos al volver con mala respuesta enfuricio a alvarado q envio tropas españolas y aliadas (indios de Tlaxcala y Mayas!) pero estos jamas volvieron ya q fueron muertos por el Nahual de Atlacatl q era un Gran serpientes negra con una.mancha blanca en la espalda
Enrike su leyenda me recuerda a la De el Armario de David Jones en europa (q fue modificada o.mezclada en la pelicula piratas de el caribe!).
esta la q dice q Cuando pedro de Alvarado Derroto a Tecun Uman debio primero matar a su animal guardian q era el Quetzal.
tbn cuando El Gran Atlacatl se fue a las colinas y se revelo por el maltrato sufrido por los.hombres de alvarado este envio primero unos mensajero y estos al volver con mala respuesta enfuricio a alvarado q envio tropas españolas y aliadas (indios de Tlaxcala y Mayas!) pero estos jamas volvieron ya q fueron muertos por el Nahual de Atlacatl q era un Gran serpientes negra con una.mancha blanca en la espalda
Enrike su leyenda me recuerda a la De el Armario de David Jones en europa (q fue modificada o.mezclada en la pelicula piratas de el caribe!).
Desaparece,Desaparece Breve Llama de Fuego,Que la Vida es solo una Sombra que Camina!.
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Re: MITOS Y LEYENDAS DE NUESTROS PUEBLOS
A mi me gusta MANO NEGRA .... Long Long Nite es mi canción Favorita .
como he dicho tengo 30 años , Pero sigo desde los 12 años a 5 de mis Grupos Favoritos ..... Led Zeppelin , Velvet Underground , The Beatles , Pink Floyd Y THE WHO ...SORRY Por desviarme del tema
un saludo
como he dicho tengo 30 años , Pero sigo desde los 12 años a 5 de mis Grupos Favoritos ..... Led Zeppelin , Velvet Underground , The Beatles , Pink Floyd Y THE WHO ...SORRY Por desviarme del tema
un saludo
Re: MITOS Y LEYENDAS DE NUESTROS PUEBLOS
Yeaaaahhhh Men You Are Fuc..Ing King.Manuel Real1 escribió:A mi me gusta MANO NEGRA .... Long Long Nite es mi canción Favorita .
como he dicho tengo 30 años , Pero sigo desde los 12 años a 5 de mis Grupos Favoritos ..... Led Zeppelin , Velvet Underground , The Beatles , Pink Floyd Y THE WHO ...SORRY Por desviarme del tema
un saludo
me gusta mucho agragaria Guns And Roses,Metalica,Aerosmith,Iron Maiden,the Doors,Nirvana...
pido disculpas tbn pero me emociona esta musica.
Desaparece,Desaparece Breve Llama de Fuego,Que la Vida es solo una Sombra que Camina!.
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Re: MITOS Y LEYENDAS DE NUESTROS PUEBLOS
Gallo de Morón- Morón, Cuba
Morón es una ciudad camagüeyana famosa por su Gallo el cual va acompañado de la expresión: “Se quedó como el Gallo de Morón, sin plumas y cacareando”.
¿Que pasó en Morón?, ¿Porque el Gallo y la coletilla?
El Gallo de Morón, esta relacionado con la localidad española de Morón de la Frontera, en Sevilla, España, donde ocurrió la historia del afamado Gallo.
Cuentan las crónicas que allá por el año 1500 el pueblo de Morón de la Frontera, tenía unos problemas tremendos. Estaba dividido en dos bandos de ciudadanos y cada bando tenía su propio alcalde. ¡Era un verdadero caos!, no se podía hacer un nombramiento, ni pasar una orden, ni ejercer la autoridad.
Por minúsculo que fuera el problema a resolver, se convertía de inmediato en una bronca, y no había tranquilidad en el pueblo, ni forma de gobernarlo.
Con el tiempo las disputas fueron aumentando hasta tomar tintes de motín. Por lo que la Cancillería de Granada tenía que intervenir frecuentemente enviando representantes a los que desde luego el pueblo no tomaba en cuenta.
La Cancillería de Sevilla y de Granada, y aún la misma Corte de Madrid, estaban sorprendidas ante el problema de Morón. El pueblo afirmaba que el orgullo de Morón no admitía ningún dictamen de fuera de sus fronteras, aunque éste viniese directamente de la cima magistratorial del país. Pero aunque el pueblo no lo aceptara, a la Cancillería de Granada no le quedó otro remedio que volver a intervenir en los asuntos de Morón.
Así, fue que en la primavera de 1597, llegó a Morón al doctor Juan Esquivel (Audiencia Regional de Andalucía) que era medio bruto además de resabioso y prepotente, comenzó a maltratar de palabra a todos. ¡El hombre era intratable! Provocaba a los señores de Morón diciendo entre otras barbaridades que: “donde él estuviese no había más gallo que él”, razón por la que los lugareños le comenzaron a llamar el “Gallo de Morón”.
Cansados del Juez y su prepotente actitud, los habitantes de Morón – por fin tenían algo en común- se reunieron una noche para sacarlo de allí de una vez por todas. Con engaños lo llevaron hasta la salida del pueblo, allí lo desnudaron y le dieron tremenda paliza, enseguida le ordenaron que se marchara y no regresara, y que si se atrevía a volver le iba a ir aún peor.
Gallo de Morón de la Frontera
Desde ese día, en las calles de Morón de la Frontera, se canta una coplilla que recuerda a todo el mundo este suceso, y que dice así:
Anda que te vas quedando, como el gallo de Morón, sin plumas y cacareando, En la mejor ocasión
Gallo de Argentina
En nuestra América se fundaron pueblos con el nombre de Morón en Argentina y en Cuba. Los sevillanos consideraron el hecho como un plagio a la verdad histórica y construyeron un sencillo monumento a un maltrecho Gallo. En contraste, en la localidad de Morón en Argentina se levantó una gran columna coronándola con un hermoso y emplumado Gallo. Mucho más tarde allá por los años cincuenta del siglo pasado se erigió el Gallo de la localidad camagüeyana el que gallardo, fuerte, y desplumado, cantaba dos veces al día por medio de un equipo electrónico.
Morón es una ciudad camagüeyana famosa por su Gallo el cual va acompañado de la expresión: “Se quedó como el Gallo de Morón, sin plumas y cacareando”.
¿Que pasó en Morón?, ¿Porque el Gallo y la coletilla?
El Gallo de Morón, esta relacionado con la localidad española de Morón de la Frontera, en Sevilla, España, donde ocurrió la historia del afamado Gallo.
Cuentan las crónicas que allá por el año 1500 el pueblo de Morón de la Frontera, tenía unos problemas tremendos. Estaba dividido en dos bandos de ciudadanos y cada bando tenía su propio alcalde. ¡Era un verdadero caos!, no se podía hacer un nombramiento, ni pasar una orden, ni ejercer la autoridad.
Por minúsculo que fuera el problema a resolver, se convertía de inmediato en una bronca, y no había tranquilidad en el pueblo, ni forma de gobernarlo.
Con el tiempo las disputas fueron aumentando hasta tomar tintes de motín. Por lo que la Cancillería de Granada tenía que intervenir frecuentemente enviando representantes a los que desde luego el pueblo no tomaba en cuenta.
La Cancillería de Sevilla y de Granada, y aún la misma Corte de Madrid, estaban sorprendidas ante el problema de Morón. El pueblo afirmaba que el orgullo de Morón no admitía ningún dictamen de fuera de sus fronteras, aunque éste viniese directamente de la cima magistratorial del país. Pero aunque el pueblo no lo aceptara, a la Cancillería de Granada no le quedó otro remedio que volver a intervenir en los asuntos de Morón.
Así, fue que en la primavera de 1597, llegó a Morón al doctor Juan Esquivel (Audiencia Regional de Andalucía) que era medio bruto además de resabioso y prepotente, comenzó a maltratar de palabra a todos. ¡El hombre era intratable! Provocaba a los señores de Morón diciendo entre otras barbaridades que: “donde él estuviese no había más gallo que él”, razón por la que los lugareños le comenzaron a llamar el “Gallo de Morón”.
Cansados del Juez y su prepotente actitud, los habitantes de Morón – por fin tenían algo en común- se reunieron una noche para sacarlo de allí de una vez por todas. Con engaños lo llevaron hasta la salida del pueblo, allí lo desnudaron y le dieron tremenda paliza, enseguida le ordenaron que se marchara y no regresara, y que si se atrevía a volver le iba a ir aún peor.
Gallo de Morón de la Frontera
Desde ese día, en las calles de Morón de la Frontera, se canta una coplilla que recuerda a todo el mundo este suceso, y que dice así:
Anda que te vas quedando, como el gallo de Morón, sin plumas y cacareando, En la mejor ocasión
Gallo de Argentina
En nuestra América se fundaron pueblos con el nombre de Morón en Argentina y en Cuba. Los sevillanos consideraron el hecho como un plagio a la verdad histórica y construyeron un sencillo monumento a un maltrecho Gallo. En contraste, en la localidad de Morón en Argentina se levantó una gran columna coronándola con un hermoso y emplumado Gallo. Mucho más tarde allá por los años cincuenta del siglo pasado se erigió el Gallo de la localidad camagüeyana el que gallardo, fuerte, y desplumado, cantaba dos veces al día por medio de un equipo electrónico.
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Re: MITOS Y LEYENDAS DE NUESTROS PUEBLOS
La Tatagua y las matas de Guao.
En un poblado cercano a la bahía de Jagua (Cienfuegos, Cuba), y mucho antes de que arribaran los españoles, vivía una hermosa india de nombre Aipiri, que era la envidia de las mujeres de la región, y el encanto de los hombres.
A Aipiri le gustaba llamar la atención, destacar por su manera de vestir con prendas de colores vivos, y adornos de flores, y por sus aptitudes de bailarina y cantante. Poseía una hermosa voz y estaba presente en todas las reuniones siboneyes , siendo atracción principal de dichos eventos.
La hermosa joven de lustroso cabello, y ojos rasgados, se prendó de un joven siboney muy trabajador, y gran cazador. Se unieron y formaron un hogar. .Al pasar de los meses como era natural, se fue aplacando un poco la pasión, y Aipiri pasaba los días ocupada en los quehaceres de la casa, y esperaba pacientemente a que su esposo llegara cansado de sus cacerías trayendo el sustento del día.
Aipiri se aburría, ya le fastidiaba el ser mujer casada, quería volver a sus diversiones, quería oír halagos, cantar, bailar. Quería volver a hechizar a los hombres con su simpatía y encanto. Estaba hastiada, extrañaba su vida anterior.
Dio a luz a su primer hijo, y el tedio se hizo aún mayor. A la muchacha no le hacía ninguna gracia tener que cuidar de un niño llorón, día y noche. Comenzó a ausentarse de la casa, dejando sólo al bebé. Se juntaba con los vecinos, iba a reuniones, a fiestas. Cada vez pasaba más tiempo fuera del hogar, aunque su marido ni cuenta se daba, ya que Aipiri tenía sumo cuidado de regresar a su casa, poco antes de que él volviera de su diaria faena.
Así, de escapada en escapada, y de fiesta en fiesta, pasó el tiempo y ya contaban con seis hijos. Estos pobrecillos pasaban hambre, y su madre no se ocupaba de cuidarlos, ni siquiera de mantenerlos limpios, subsistían como animalitos en total abandono. Los niños lloraban, y lloraban, en aquel bohío en medio del campo en donde nadie los oía, ni podía ayudarles. Lloraban con un guao, guao, guao.
Pero resultó que los escuchaba el demonio Mabuya, espíritu malo que merodeaba la región, y estaba muy atormentado con aquel sonido que salía de las gargantas de los niños al llorar. Y un buen día el demonio ¡en un terrible arrebato de ira!, decidió callar de una vez por todas aquel: guao, guao, guao…. y convirtió a los niños en matas de guao.
¡Pobrecitos niños! por causa del alocado y desobligado comportamiento de su madre, los convierten en un terrible y cruel arbusto que produce llagas, hinchazón y picazón a quién lo toque. Pero esto no podía quedarse así, la culpable era la madre, y claro, donde hay un demonio malo tiene que haber una contraparte buena, e hizo su aparición el espíritu del bien.
Cuando Aipiri llegó esa tarde a su casa no encontró a los niños por ninguna parte pero en el jardín habían crecido seis extraños arbustos, la joven mujer se puso muy nerviosa, algo había pasado ese día durante su ausencia.
¡De repente todo se oscureció alrededor de ella!, Aipirí se sintió muy pequeña, ¿que le estaba pasando? alzó un brazo y luego el otro, y…. ¡Oh sorpresa se encontró prendida en el techo! El espíritu del bien, buscando venganza por lo que la mujer le había hecho a sus hijos la había convertido en Tatagua, era una mariposa nocturna, esas feas y prietas a las que llaman brujas, ¡era una mariposa bruja! Y así de esa terrible manera, pagó Aipiri su desamor y frivolidad.
Señala la leyenda que el esposo de Aipiri buscó a su mujer e hijos por largo tiempo, y un día desapareció del lugar y nunca más se supo de él.
En el mito popular existe la creencia de que si una mariposa bruja entra a una casa es un anuncio de mal agüero, sin embargo la intención del espíritu del bien al transformar a Aipiri en una de estas mariposas, fue el de advertirle a las madres que su obligación era, y sigue siendo, la de cuidar a sus hijos, y que jamás una madre debe abandonar a sus retoños ni descuidarlos.
Desde entonces el guao es una planta temida y evadida por todos. Los niños transformados en arbustos siguen solos, y le cuesta caro a aquellos que se atrevan a tocarlos. Mientras que la madre obsesionada por el mal que les hizo a sus hijos, los busca de casa en casa, atemorizando a los moradores de estas, que tiemblan con su presencia creyéndola portadora de alguna desgracia.
En un poblado cercano a la bahía de Jagua (Cienfuegos, Cuba), y mucho antes de que arribaran los españoles, vivía una hermosa india de nombre Aipiri, que era la envidia de las mujeres de la región, y el encanto de los hombres.
A Aipiri le gustaba llamar la atención, destacar por su manera de vestir con prendas de colores vivos, y adornos de flores, y por sus aptitudes de bailarina y cantante. Poseía una hermosa voz y estaba presente en todas las reuniones siboneyes , siendo atracción principal de dichos eventos.
La hermosa joven de lustroso cabello, y ojos rasgados, se prendó de un joven siboney muy trabajador, y gran cazador. Se unieron y formaron un hogar. .Al pasar de los meses como era natural, se fue aplacando un poco la pasión, y Aipiri pasaba los días ocupada en los quehaceres de la casa, y esperaba pacientemente a que su esposo llegara cansado de sus cacerías trayendo el sustento del día.
Aipiri se aburría, ya le fastidiaba el ser mujer casada, quería volver a sus diversiones, quería oír halagos, cantar, bailar. Quería volver a hechizar a los hombres con su simpatía y encanto. Estaba hastiada, extrañaba su vida anterior.
Dio a luz a su primer hijo, y el tedio se hizo aún mayor. A la muchacha no le hacía ninguna gracia tener que cuidar de un niño llorón, día y noche. Comenzó a ausentarse de la casa, dejando sólo al bebé. Se juntaba con los vecinos, iba a reuniones, a fiestas. Cada vez pasaba más tiempo fuera del hogar, aunque su marido ni cuenta se daba, ya que Aipiri tenía sumo cuidado de regresar a su casa, poco antes de que él volviera de su diaria faena.
Así, de escapada en escapada, y de fiesta en fiesta, pasó el tiempo y ya contaban con seis hijos. Estos pobrecillos pasaban hambre, y su madre no se ocupaba de cuidarlos, ni siquiera de mantenerlos limpios, subsistían como animalitos en total abandono. Los niños lloraban, y lloraban, en aquel bohío en medio del campo en donde nadie los oía, ni podía ayudarles. Lloraban con un guao, guao, guao.
Pero resultó que los escuchaba el demonio Mabuya, espíritu malo que merodeaba la región, y estaba muy atormentado con aquel sonido que salía de las gargantas de los niños al llorar. Y un buen día el demonio ¡en un terrible arrebato de ira!, decidió callar de una vez por todas aquel: guao, guao, guao…. y convirtió a los niños en matas de guao.
¡Pobrecitos niños! por causa del alocado y desobligado comportamiento de su madre, los convierten en un terrible y cruel arbusto que produce llagas, hinchazón y picazón a quién lo toque. Pero esto no podía quedarse así, la culpable era la madre, y claro, donde hay un demonio malo tiene que haber una contraparte buena, e hizo su aparición el espíritu del bien.
Cuando Aipiri llegó esa tarde a su casa no encontró a los niños por ninguna parte pero en el jardín habían crecido seis extraños arbustos, la joven mujer se puso muy nerviosa, algo había pasado ese día durante su ausencia.
¡De repente todo se oscureció alrededor de ella!, Aipirí se sintió muy pequeña, ¿que le estaba pasando? alzó un brazo y luego el otro, y…. ¡Oh sorpresa se encontró prendida en el techo! El espíritu del bien, buscando venganza por lo que la mujer le había hecho a sus hijos la había convertido en Tatagua, era una mariposa nocturna, esas feas y prietas a las que llaman brujas, ¡era una mariposa bruja! Y así de esa terrible manera, pagó Aipiri su desamor y frivolidad.
Señala la leyenda que el esposo de Aipiri buscó a su mujer e hijos por largo tiempo, y un día desapareció del lugar y nunca más se supo de él.
En el mito popular existe la creencia de que si una mariposa bruja entra a una casa es un anuncio de mal agüero, sin embargo la intención del espíritu del bien al transformar a Aipiri en una de estas mariposas, fue el de advertirle a las madres que su obligación era, y sigue siendo, la de cuidar a sus hijos, y que jamás una madre debe abandonar a sus retoños ni descuidarlos.
Desde entonces el guao es una planta temida y evadida por todos. Los niños transformados en arbustos siguen solos, y le cuesta caro a aquellos que se atrevan a tocarlos. Mientras que la madre obsesionada por el mal que les hizo a sus hijos, los busca de casa en casa, atemorizando a los moradores de estas, que tiemblan con su presencia creyéndola portadora de alguna desgracia.
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Aristóteles: To do is to be.
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