Re: Del Baúl de los Recuerdos....
Publicado: Jue Jul 24, 2014 10:01 am
ANTONIO LUCERO , EL KID CACHETADA
El mediano mendocino Francisco Antonio Lucero, más conocido como “Kid Cachetada”, se convirtió en una de las leyendas más grandes del boxeo argentino de las décadas del ’40 y del ’50.
Lo llamaron así porque se decía que tenía puños de algodón, que pegaba con los guantes abiertos y que al no golpear con los nudillos sus manos carecían de la potencia necesaria para llegar al KO. Sus envíos eran como “cachetaditas”, como “bifecitos”, que no conmovían el rostro del adversario.
Se señalaba además que por su particular estilo se veía obligado a ganar las peleas por puntos, al no poder definirlas por la vía rápida. Lo demuestra su récord como profesional, porque de 111 combates, de los que apenas perdió 8, solo 3 veces pudo definir el pleito de modo categórico.
Igualmente fue un pugilista respetado y admirado en los tiempos del desaparecido Babilonia, que ubicaba en el callejón Pardo y la calle San Juan de ciudad, frente al edificio de los Baños Municipales, cuando referentes como Pascualito Pérez, Fernando Stefanelli, Dionisio Romero, Osvaldo Paredes, Luis Rosales, Diego Corrientes, Valeriano Mesa, Juan Oviedo, Alfredo Lagay, el llamado Tapirón Ramírez, Héctor Mora, Mario Díaz, Francisco Gelabert, Raúl Pavito Vargas, Luis Cirilo Gil y Alejandro Lavorante -que prontamente se radicó en los Estados Unidos- comenzaban a escribir las primeras páginas de oro del boxeo mendocino, que se prolongarían en los años ’60 y ’70 con tanto brillo y esplendor.
Carlos Bermejillo e Ismael Omar Dabín aún recuerdan su particular estilo y evocan con nostalgia que sus brazos largos operaban como agujas que tejían una telaraña que por lo general terminaba por maniatar y envolver al oponente, al que hábilmente atraía al cuerpo a cuerpo. Se convertía entonces en el dominador del ring, imponía la media distancia y manejaba la pelea casi a voluntad, pero sin llegar al KO.
Con su memoria intacta, comenta don Omar que “‘El Kid’ peleaba a su antojo, se desplazaba como el más avispado de los zorros y administraba sus energías con astucia y precisión. Se movía sigiloso, adormecía a los rivales, regulaba muy bien el aire y siempre hacía la diferencia para ser declarado vencedor por puntos, normalmente con el fallo unánime de los jurados”.
En aquella incipiente época de los ’40, germinaba en Mendoza la semilla de la enseñanza del boxeo que habían dejado recordados maestros como los franceses Charles Perrín, Luciano Chavrín y Abel Bersac, el inglés Jack Murray, el belga Armando Shaker y el cubano Cirilín Olano.
La historia
“Kid Cachetada” había nacido en Guaymallén el 13 de agosto de 1913-la misma fecha en que nació don Paco Bermúdez, como recuerda Carlos Bermejillo- y falleció el 2 de setiembre de 1998 a los 85 años de edad. Se había iniciado a los 15 años en el Club Sportivo San José bajo la dirección de Pedro Dallarole, al que cariñosamente nombraba como “Don Pedro”.
En su etapa inicial como amateur había disputado nada menos que 330 combates. En sus inicios había forjado una gran relación con Valeriano Mesa, con el que salía a correr por distintas calles de Dorrego como Lamadrid y la misma Dorrego cuando el día nacía y aún era de noche. Se recuerda su debut en el campo rentado frente al sanjuanino Roberto Entz la fría noche del sábado 25 de junio de 1939, al que vencería por puntos en fallo unánime.
Derrotaría luego de manera sucesiva a Martín Villalba, Eugenio Ariandis, Aarón Nowina, Higinio Núñez, Aníbal Sánchez, Reynaldo Buides Mora, Roberto Carrillo, Tito Soria, Francisco Suárez y Víctor Castillo, siempre en el viejo Babilonia, el gran escenario boxístico de esos tiempos. Hasta que se le abrieron las puertas del Luna Park, donde realizó combates memorables ante adversarios de la jerarquía de Eduardo Lausse y Mario Díaz, a los que les ganó pero con los que también perdió.
Acaso en la época dorada de los medianos, cuando, entre otros, sobresalían Rafael Merentino -derrotó al mendocino por KO en el 2do. round el 10 de setiembre de 1950-, Ricardo Calicchio, el temible Pedro Cobas -conocido por su furia como “El Cañón del 42”-, Alberto Daher, Juan Oviedo, Conrado Vera, Antonio Cuevas, Alfonso Senatore, Juan Carlos Ceballos, Dogemar Martínez, Smilton Soles y el cordobés Antonio Pángaro. Además combatió en la Plaza de Toros de Acho, en Lima, Perú, y en el Teatro Caupolicán de Santiago de Chile, donde enfrentó al local Humberto Loayza (1-4-52).
El periodista especializado en boxeo Pablo Augusto Rodríguez trae a la memoria una de sus victorias más significativas, cuando superó nada menos que al gran Eduardo Lausse en el estadio de Corrientes y Bouchard: “Cachetada lo bloqueó desde el comienzo, lo trabajó en el cuerpo a cuerpo y en la media distancia. Lo envolvió en su red, lo anuló, nunca le permitió sacar esa izquierda poderosa que tenía".
"El Zurdo jamás le encontró la vuelta a esa pelea, que “El Kid” ganó de manera magnífica por puntos. Sin embargo, el mendocino nunca pudo progresar en esa categoría, en la que había una sola manera de continuar en los primeros lugares del ranking: pegar lo más fuerte posible. Lucero no pegaba con los nudillos, lo hacía con las manos abiertas, sin demasiada potencia, por eso se decía que tenía puños de algodón. Igualmente, fue un grande y se convirtió en leyenda”.
El mediano mendocino Francisco Antonio Lucero, más conocido como “Kid Cachetada”, se convirtió en una de las leyendas más grandes del boxeo argentino de las décadas del ’40 y del ’50.
Lo llamaron así porque se decía que tenía puños de algodón, que pegaba con los guantes abiertos y que al no golpear con los nudillos sus manos carecían de la potencia necesaria para llegar al KO. Sus envíos eran como “cachetaditas”, como “bifecitos”, que no conmovían el rostro del adversario.
Se señalaba además que por su particular estilo se veía obligado a ganar las peleas por puntos, al no poder definirlas por la vía rápida. Lo demuestra su récord como profesional, porque de 111 combates, de los que apenas perdió 8, solo 3 veces pudo definir el pleito de modo categórico.
Igualmente fue un pugilista respetado y admirado en los tiempos del desaparecido Babilonia, que ubicaba en el callejón Pardo y la calle San Juan de ciudad, frente al edificio de los Baños Municipales, cuando referentes como Pascualito Pérez, Fernando Stefanelli, Dionisio Romero, Osvaldo Paredes, Luis Rosales, Diego Corrientes, Valeriano Mesa, Juan Oviedo, Alfredo Lagay, el llamado Tapirón Ramírez, Héctor Mora, Mario Díaz, Francisco Gelabert, Raúl Pavito Vargas, Luis Cirilo Gil y Alejandro Lavorante -que prontamente se radicó en los Estados Unidos- comenzaban a escribir las primeras páginas de oro del boxeo mendocino, que se prolongarían en los años ’60 y ’70 con tanto brillo y esplendor.
Carlos Bermejillo e Ismael Omar Dabín aún recuerdan su particular estilo y evocan con nostalgia que sus brazos largos operaban como agujas que tejían una telaraña que por lo general terminaba por maniatar y envolver al oponente, al que hábilmente atraía al cuerpo a cuerpo. Se convertía entonces en el dominador del ring, imponía la media distancia y manejaba la pelea casi a voluntad, pero sin llegar al KO.
Con su memoria intacta, comenta don Omar que “‘El Kid’ peleaba a su antojo, se desplazaba como el más avispado de los zorros y administraba sus energías con astucia y precisión. Se movía sigiloso, adormecía a los rivales, regulaba muy bien el aire y siempre hacía la diferencia para ser declarado vencedor por puntos, normalmente con el fallo unánime de los jurados”.
En aquella incipiente época de los ’40, germinaba en Mendoza la semilla de la enseñanza del boxeo que habían dejado recordados maestros como los franceses Charles Perrín, Luciano Chavrín y Abel Bersac, el inglés Jack Murray, el belga Armando Shaker y el cubano Cirilín Olano.
La historia
“Kid Cachetada” había nacido en Guaymallén el 13 de agosto de 1913-la misma fecha en que nació don Paco Bermúdez, como recuerda Carlos Bermejillo- y falleció el 2 de setiembre de 1998 a los 85 años de edad. Se había iniciado a los 15 años en el Club Sportivo San José bajo la dirección de Pedro Dallarole, al que cariñosamente nombraba como “Don Pedro”.
En su etapa inicial como amateur había disputado nada menos que 330 combates. En sus inicios había forjado una gran relación con Valeriano Mesa, con el que salía a correr por distintas calles de Dorrego como Lamadrid y la misma Dorrego cuando el día nacía y aún era de noche. Se recuerda su debut en el campo rentado frente al sanjuanino Roberto Entz la fría noche del sábado 25 de junio de 1939, al que vencería por puntos en fallo unánime.
Derrotaría luego de manera sucesiva a Martín Villalba, Eugenio Ariandis, Aarón Nowina, Higinio Núñez, Aníbal Sánchez, Reynaldo Buides Mora, Roberto Carrillo, Tito Soria, Francisco Suárez y Víctor Castillo, siempre en el viejo Babilonia, el gran escenario boxístico de esos tiempos. Hasta que se le abrieron las puertas del Luna Park, donde realizó combates memorables ante adversarios de la jerarquía de Eduardo Lausse y Mario Díaz, a los que les ganó pero con los que también perdió.
Acaso en la época dorada de los medianos, cuando, entre otros, sobresalían Rafael Merentino -derrotó al mendocino por KO en el 2do. round el 10 de setiembre de 1950-, Ricardo Calicchio, el temible Pedro Cobas -conocido por su furia como “El Cañón del 42”-, Alberto Daher, Juan Oviedo, Conrado Vera, Antonio Cuevas, Alfonso Senatore, Juan Carlos Ceballos, Dogemar Martínez, Smilton Soles y el cordobés Antonio Pángaro. Además combatió en la Plaza de Toros de Acho, en Lima, Perú, y en el Teatro Caupolicán de Santiago de Chile, donde enfrentó al local Humberto Loayza (1-4-52).
El periodista especializado en boxeo Pablo Augusto Rodríguez trae a la memoria una de sus victorias más significativas, cuando superó nada menos que al gran Eduardo Lausse en el estadio de Corrientes y Bouchard: “Cachetada lo bloqueó desde el comienzo, lo trabajó en el cuerpo a cuerpo y en la media distancia. Lo envolvió en su red, lo anuló, nunca le permitió sacar esa izquierda poderosa que tenía".
"El Zurdo jamás le encontró la vuelta a esa pelea, que “El Kid” ganó de manera magnífica por puntos. Sin embargo, el mendocino nunca pudo progresar en esa categoría, en la que había una sola manera de continuar en los primeros lugares del ranking: pegar lo más fuerte posible. Lucero no pegaba con los nudillos, lo hacía con las manos abiertas, sin demasiada potencia, por eso se decía que tenía puños de algodón. Igualmente, fue un grande y se convirtió en leyenda”.