Por Martin Sosa Cameron
Desde Córdoba, Argentina, el escritor, poeta y amigo Martín Sosa Cameron nos cuenta la excepcional historia de un notable semipesado al que muy pocos recuerdan:...... José Carattoli.
Todavía está fresco el recuerdo de los logros en los rings de Avenamar Peralta, Víctor Galíndez, Miguel Ángel Cuello, Jorge Ahumada o, más recientemente, Walter Matteoni, todos ellos con algo en común: la condición de argentinos y su descollante actuación internacional en la categoría mediopesado.
Sin embargo, la primer pelea profesional en nuestro país data de 1903: quiere esto decir que los mencionados son, prácticamente, del hoy, pues, dividiendo en tercios un siglo (períodos de 33 años), es fácil advertir que hubo un ayer y un anteayer. Y alguno de ellos puede ser considerado el “mejor” de nuestra historia en su peso, siempre y cuando olvidemos o ignoremos nuestra trayectoria boxística —una de las más importantes del mundo— desde sus comienzos. Y así como el más grande pesado argentino, Luis Firpo, permanece inamovible en el “anteayer”, pese a todas las admirables apariciones posteriores, también el máximo exponente de nuestros semicompletos está en esos lejanos tiempos: el extraordinario José Carattoli.
Estuvo muy lejos de dedicarse al boxeo por necesidad económica, fue por vocación: “A mí me gustaba agarrarme a piñas, no porque fuera un provocador, nunca lo fui, pero cuando me buscaban, entonces, cómo me gustaba empezar a repartir piñas. Un amigo que conocía esa debilidad me llevó a un club para que aprendiera a pelear. No hubiera hecho falta. Igual me hubiera dedicado al boxeo. ¡Qué locura tenía por ser boxeador! Me devoraba las revistas y los diarios que hablaban de campeones”, así decía de sí José Domingo Carattoli, quien nació en La Plata, B.A., el 30 de setiembre de 1906, en la misma ciudad de su entrañable compañero Julio Mocoroa, ese otro as que, también por inclinación natural, dejó sus estudios universitarios para dedicarse al pugilismo.
La carrera de José Carattoli se desarrolló de 1928 hasta 1936, con 46 combates, ganando 35 (24 por K.O.), empatando 5 y perdiendo otros tantos, más uno sin decisión. Fue campeón argentino semicompleto y pesado. Paradójicamente, su mano izquierda, la más potente de que se sepa en el pugilismo argentino, no sólo fue la que le facilitó el camino hacia la grandeza deportiva: también, al lesionarse por segunda vez, lo obligó a un prematuro retiro, cuando estaba en su apogeo y los máximos lauros podían esperarse de él. Es difícil olvidar manos explosivas cuando recordamos, sólo por mencionar algunas, a las de Atilio Caraune o Eduardo Lausse, pero la de Carattoli, llamada la “Zurda Asesina”, era casi irreal, como la derecha de Rocky Marciano, su devastadora “Suzy-Q”. Cuando Pedro Mancieri, famoso por lo agresivo, hábil y también muy potente pegador, campeón argentino de peso mediano, quien había conquistado y retenido su título venciendo por fuera de combate, ganador sobre “K.O.” Macon (KO 2), Humberto Quiñones (KO 6), Eustaquio Peralta (KO 6), Bernardo Torrijos (KOT 8) y Domenico Ceccarelli, desafió a Carattoli por la corona de éste, el encuentro fue uno de los más esperados y de mayor interés para los aficionados, una de las peleas más notables y dramáticas de nuestro boxeo.
En noviembre del ’33, cuando ambos estuvieron frente a frente, en el tercer round, los dos se decidieron simultáneamente a lanzar un golpe de importancia: en un violento cruce, Pedro Mancieri apenas si hizo pestañear a Carattoli, quien conectó, como un relámpago, su famosa izquierda, y su contrincante, fulminado, cayó a la lona y quedó inmóvil. La multitud presente, estupefacta ante el impacto y sus consecuencias, permaneció en silencio. El árbitro contó hasta el out, y el derrotado siguió inconsciente por varios minutos. Superado el susto, cuando bamboleándose Mancieri se recuperaba, una repentina ovación saludó estruendosamente al vencedor José Carattoli. Ése era el poder de su famosa mano.
El entramado del record de los boxeadores y cómo los va relacionando y evaluando entre ellos es complejísimo, fascina e impresiona. Pongamos en sentido vertical, a modo de tronco, la enumeración ordenada de las peleas de quien nos interesa, y horizontalmente, como ramas, las campañas de cada contrincante, con qué antecedentes llegaron hasta él, a un costado, y cómo continuaron, al otro. Así tendremos un completo modelo genealógico de la carrera y jerarquía del que llama nuestra atención. Un record puede ser un buen saldo numérico, pero más que esto, lo que cuentan son los nombres.
Antes de pasar a la campaña de José Carattoli y la talla de sus rivales, ya que hicimos alusiones a lo genealógico, debemos recordar, para luego entender y apreciar su dimensión, que en la categoría mediano hay cinco indiscutibles, y cada uno de ellos puede reclamar para sí ser el mejor de todos: Stanley Ketchell, Harry Greb, Mickey Walker, Ray Robinson y Carlos Monzón; y, en los medio pesados, la mayoría de los especialistas en la historia del boxeo considera que más de la mitad de los grandes actuaron en los años ’20, retengamos estos nombres: Mike McTigue, Georges Carpentier, Paul Berlenbach, Tommy Loughran... (luego vendrían los John Henry Lewis, Archie Moore o Bob Foster); varios de los mencionados, directa o indirectamente, aparecen en la carrera de Carattoli.
Víctor Avendaño, el inolvidable referee, fue uno de los más grandes boxeadores amateurs de nuestro país, y el primer Campeón Olímpico que tuvimos (en 1928, semipesado); el 27 de febrero de 1930 debió medirse con Carattoli en una eliminatoria para luego disputar el título profesional de la categoría: ganó el platense por K.O. en solo dos rounds. Vicente Olivieri, ex campeón argentino de este peso, venía de vencer, entre otros, a Justo Prieto (dos veces por K.O.), Miguel Zumpano, Aurelio Bornetto (KO 5), Esteban Senestraro (KOT 6), Luis Balladores (KO 9), Isidoro Gastañaga, pero en marzo de 1930, para cubrir el título nacional vacante, Carattoli batió a Olivieri por K.O. en el sexto asalto.
El peruano Alberto Icochea, vencedor de Santiago Rottoli (KOT 1), Alejandro Trías, Luis Galtieri y el campeón italiano y europeo Bruno Frattini (ganador del campeón mundial Maxie Rosenbloom), perdió ampliamente por puntos ante Carattoli. El chileno José Concha, noqueador del campeón sudamericano Quintín Romero Rojas (vencedor por K.O. en 9 del campeón mundial pesado Jack Sharkey, por K.O. en 11 de Larry Gains, por puntos de Gunboat Smith y de Charley Weinert, ganador a su vez del campeón mundial Battling Levinsky): este empinado trasandino fue dos veces derrotado por Carattoli, siempre por K.O.
Guillermo Silva, el extraordinario semipesado uruguayo, con un empate ante el notable cubano Kid Charol, y vencedor de Jack Ettienne, Vicente Olivieri, Orlando Reverbieri, Mauro Galusso, Rinaldo Palmucci, Jimmy De Carolis, Norman Tomasullo, Harry Fay, Raúl Bianchi y el mismísimo Carattoli (por puntos en la capital cisplatina), en la revancha poco pudo mostrar de sus excepcionales aptitudes pues José fue implacable con él y su izquierda lo dejó tan maltrecho que, para evitar problemas mayores, su rincón lo hizo abandonar cuando apenas transcurría el tercer asalto.
El célebre vasco Isidoro Gastañaga (quien tenía en su derecha lo que Carattoli en su izquierda), entre 1928 y 1930 consiguió 18 victorias consecutivas por K.O. Había derrotado, por ejemplo, al campeón pesado cubano (y luego noqueador de Niño Valdés) Federico Malibrán (KO 2); al campeón italiano Domenico Ceccarelli (KO 8); en marzo de 1930 al ex campeón mundial Mike McTigue (¡K.O. en 1!), éste había conquistado el título batiendo al senegalés Battling Siki, quien a su vez lo había obtenido al noquear al mítico ídolo francés Georges Carpentier; también, McTigue había doblegado al campeón mundial mediano Tiger Flowers, ganador de Harry Greb, y al sobresaliente y ya mencionado Paul Berlenbach (KOT 4). Otros que Gastañaga venció fueron Mauro Galusso (KO 7), Raúl Bianchi (KO 1) y Guillermo Silva (KOT 5).
En 1931, cuando Gastañaga y Carattoli se enfrentaron, desde el comienzo trataron de imponerse el uno al otro de un modo contundente, pero la superior técnica del argentino y su demoledora zurda volvieron tan dispar la lucha, que la golpiza que le propinó Carattoli obligó a que en la sexta vuelta los asistentes del vasco decidieran el abandono. Hicieron bien en cuidar a su pupilo de los estragos de Carattoli, pues Gastañaga pudo seguir boxeando y derrotar al alemán Hans Birkie (vencedor de Jim Braddock, “Cinderella Man”, el “Hombre Cenicienta”, campeón mundial pesado), a Charley Retzlaff por K.O. en el primero (Retzlaff, quien también venció a Jim Braddock, fue un temible noqueador, con 52 triunfos por la vía rápida en un total de 74 peleas, ¡más del 70%!), al campeón de Italia y Europa Michele Bonaglia (KO 1), a los campeones alemanes de peso pesado Vincenz Hower (KO 4) y Hans Schönrath (KO 5), Steve Dudas (KO 1) y, el 15 de octubre de 1937, ya retirado Carattoli, venció por puntos a otra leyenda, el campeón mundial semipesado John Henry Lewis.
Ahora, llegamos al broche de oro. En 1934 se realizó en Buenos Aires el Congreso Eucarístico Internacional, encabezado por el Cardenal Eugenio Pacelli, quien luego sería el Papa Pío XII. Para muchos críticos el más grande semipesado de todos los tiempos, el estadounidense Tommy Loughran, maestro en la defensa (sólo comparable en su época con el rey de los livianos, Benny Leonard), una rareza por tratarse de un peso grande, donde más importancia se da al ataque y a la potencia, era muy católico, y vino a nuestro país por razones religiosas.
Loughran fue un brillante campeón mundial semipesado, de técnica depurada y estilo admirable. Hacía pocos meses había disputado a Primo Carnera el título mundial de los completos y, al estar en nuestra capital, su presencia provocó revuelo y rápidamente le llovieron ofertas para pelear en este medio; el problema era, ¿con quién? Los únicos rivales dignos de enfrentarlo fueron el chileno Arturo Godoy (quien casi le arrebató la corona a Joe Louis en su primer enfrentamiento) y nuestro José Carattoli.
En su haber, ya Loughran había derrotado, entre otros rivales destacadísimos, a Johnny Risko (tres veces), Young Stribling, Leo Lomski, Joe Sekyra, Pierre Charles, Jack Renault, King Levinsky, Victorio Campolo, Paulino Uzcudun, Steve Hamas, Isidoro Gastañaga, y los campeones mundiales de distintas categorías Mike McTigue, Harry Greb, Johnny Wilson, Georges Carpentier, Jimmy Slattery, Pete Latzo, Mickey Walker, Jim Braddock, Jack Sharkey y Max Baer... Es abrumador: se puede decir que Loughran, en sí, condensaba lo mejor del boxeo del primer tercio del siglo pasado.
El combate entre Tommy y José fue uno de los más grandes acontecimientos deportivos de la época. Se llevó a cabo el 6 de octubre de 1934. El día anterior, el principal diario del país, La Nación, dedicándole un gran espacio al evento, en casi toda la parte escrita sólo hablaba de Loughran y hacía unas breves y elogiosas menciones de Carattoli, y en la impresión gráfica mostraba una enorme foto de... Tommy Loughran. Es entendible: en esa época el boxeo atraía multitudes en todas partes, los grandes periódicos y las radios estaban pendientes de este deporte, y el norteamericano era una de sus mayores estrellas. Resumiendo: el combate empezó con José Carattoli algo nervioso y Tommy Loughran aplomado e intentando lo acostumbrado en él: adueñarse del centro del ring, avanzar sin permitirle al adversario que lo rozara e ir envolviéndolo en su estrategia plena de sapiencia; pero cuando Tommy lanzó un golpe, una contra de izquierda de Carattoli le hizo notar que no era un combate de rutina; así como en su primer encuentro con Monzón, Benvenuti le preguntaba a su rincón “¿Qué me pusieron al frente? ¿Qué es éste?”, Loughran los miró a los suyos como diciendo “¿Y éste? ¿De dónde salió? ¿Por qué no me avisaron?”; otras veces más la izquierda de Carattoli fue llegando y haciéndose sentir, y fue ganando en confianza y tranquilidad, mientras que Loughran progresivamente, superada la sorpresa, debió apelar a sus perfectos conocimientos defensivos para poder completar los doce asaltos. Cuando se dio el fallo, que nadie imaginaba antes de la pelea, pero que luego de ella los espectadores aguardaban con serena alegría, por decisión unánime José Carattoli había vencido claramente al gran Tommy Loughran...
El ex campeón mundial no se dio por satisfecho con lo sucedido y pidió la revancha, y Carattoli se la dio inmediatamente. Así, el 21 de febrero de 1935 volvieron a enfrentarse los dos colosos, pero esta vez, en los primeros rounds, José comenzó a sentir fuertes molestias en su célebre izquierda, que cada vez le respondía menos, y debió apelar, también él, a cuánto había aprendido de boxeo aparte de noquear, y gracias a esto, pese a su lesión (se le había fracturado la mano izquierda) arribó al empate, aunque un jurado votó por Carattoli como ganador. Ya no había dudas: Carattoli pertenecía a la misma jerarquía de Tommy Loughran.
La quebradura obligó a José a estar casi un año inactivo, hasta que, aparentemente repuesto, decidió reaparecer, y lo hizo nada menos que ante el dificilísimo campeón de España y Europa José Martínez Valero, el famoso “Tigre Martínez de Alfara”, vencedor de Emilio Bernasconi (KO 2), Merlo Preciso, Luis Logan, del brillante chileno Antonio Fernández, “Fernandito”, y con tres empates con el griego campeón mundial Anton Christoforidis. Nuevamente, la izquierda de Carattoli volvió a fracturarse a poco de empezado el combate, y, pese a esta gran desventaja, consiguió un empate. Luego de la pelea, a causa de las reiteradas lesiones en su arma más importante, José Carattoli optó por retirarse; en ese momento, seguramente, era el mejor medio pesado del mundo.
El gran Carattoli falleció en diciembre de 1973. Sirvan estas líneas para redescubrirlo y homenajearlo en un grato aniversario: un siglo de su nacimiento.
saludos