un articulo interesante.
Publicado: Mié Ago 28, 2013 2:04 am
Los jesuitas, odiados y temidos en todo el mundo
Por Ricardo Puentes Melo
En el fragor de la guerra, los curas llamaban al orden y al sometimiento a los terratenientes, bajo la excusa de que la rebelión era un pecado, mientras que -al mismo tiempo- instaban a la rebelión en contra de los enemigos anticlericales con el argumento de que pelear a favor de la Iglesia era pelear al lado de Dios. “A luchar por nuestra religión... Dios lo quiere... ¡Católicos! (…) Por Jesucristo que nos dará la victoria...! Por su Sagrado Corazón que de un modo tan patente nos ha protegido..! (…) ¡Viva la religión..!”
Los jesuitas –¡claro que sí..!- llevaban a cabo sus operaciones comerciales con su tradicional sigilo; habían fundado en las colonias católicas, so pretexto de la religión, agencias comerciales, establecieron plantaciones en las que sus esclavos, negros o indios, trabajaban a latigazos, para recordarles que Jesús también sufrió, así que su sufrimiento y esclavitud eran voluntad divina, para la honra y gloria del Creador. Pero en varias ocasiones estos trúhanes fueron desenmascarados y la gente pudo comprobar quiénes eran en realidad los llamados Compañeros de Cristo.
Los jesuitas habían quebrado en Sevilla, donde también se descubrió que se dedicaban al contrabando. Con todo, estos pequeños “errorcillos” no produjeron tanto efecto en la opinión pública como sí lo produjo la quiebra escandalosa de la Compañía de Jesús en la isla Martinica, ocupada por los franceses. En Martinica, el provincial jesuita Lavalette había adquirido tierras, y comprado más de dos mil esclavos negros; el dinero lo había conseguido en París, Marsella y otras ciudades. El curita se ideó la manera de hacerlo sin levantar sospechas: los jesuitas enviaban barras de oro cubiertas por una capa de chocolate, empacadas en cajas y consignadas al provincial jesuita de la Compañía de Jesús en España. Un funcionario de la aduana, sospechando del peso exagerado de los chocolates, abrió una caja y descubrió el engaño. El gobierno confiscó el contrabando y los padrecitos jesuitas no se acercaron nunca a reclamar sus chocolaticos.
Así que, en octubre 7 de 1899 empezó la guerra de los Mil días. Una alianza entre facciones de conservadores y liberales dio un golpe de Estado contra Sanclemente, quien fue obligado a traspasar el poder a Marroquín. Benjamín Herrera, liberal, intentó invadir Panamá en 1901, en contra del Tratado Mallarino-Bildack, que en 1846 se había firmado entregando a Estados Unidos la protección de la soberanía de Colombia sobre el istmo debido a la incompetencia del gobierno colombiano para defender a Panamá de la Corona inglesa que pretendía apropiarse de ella, como ya se habían apropiado de numerosas regiones en Centroamérica.
Para la época en que Benjamín Herrera incursionó en Panamá, en 1901, Sanclemente y Marroquín habían enviado una comisión diplomática a Estados Unidos para convencerlos de que construyeran el Canal interoceánico por Panamá, y no por Nicaragua, como pretendía hacerlo Mc Kinley. El intento de Herrera de apoderarse de Panamá militarmente fue visto como un ataque por los norteamericanos, así que fueron rechazados por los marines estadounidenses que impidieron que el revolucionario Benjamín Herrera se tomara la zona del Canal y la Ciudad de Colón. El presidente Mc Kinley estaba a favor de la constitucionalidad y respetó el Tratado firmado en 1846.
Pero los jesuitas ya tenían planeada su próxima jugada. Mientras fundaban el partido social demócrata ruso, en Estados Unidos habían infiltrado a un hombre en las altas esferas del poder presidencial. Habían logrado apropiarse de la vicepresidencia del país. Theodore Roosevelt (foto) entraba en acción.
Como McKinley no quiso ceder a la presión de los capitalistas norteamericanos –manejados por judíos y jesuitas- (mismos que preparaban la revolución bolchevique y que habían financiado a Marx y Engels para sentar las bases del comunismo), negándose a entregarles Cuba a los intereses monopólicos de los millonarios, dueños de la banca estadounidense; y como Mc Kinley tampoco accedió a las pretensiones de los banqueros en Panamá, este presidente fue asesinado por manos criminales controladas desde la Santa Sede.
Y Theodore Roosevelt, la ficha de los jesuitas, subió a la presidencia dictando medidas que beneficiaron a quienes lo llevaron al poder. A pesar de que el Congreso de Estados Unidos había creado en 1899 la Comisión del Canal Ístmico que había estudiado todas las posibles rutas y se había decidido por la ruta nicaragüense, en 1902, bajo el control de Roosevelt, la Comisión cambió intempestivamente de opinión y recomendó hacerlo por Panamá. A pesar de que durante el gobierno de McKinley éste se había negado a negociar con Francia prefiriendo hacerlo con el gobierno colombiano directamente, la política de Roosevelt se encaminó en sentido contrario.
Theodore Roosevelt decidió torcer la famosa “doctrina Monroe”, y le añadió el llamado “Corolario Roosevelt” que daba licencia a Estados Unidos de ejercer “un poder policial” sobre América Latina e intervenir militarmente donde quisiera y cuando así lo creyera conveniente. Esa es la política que rige a Estados Unidos hasta hoy; esa es la política judeojesuítica que ha logrado utilizar el poderío militar de Estados Unidos a favor de sus intereses en Afganistán, Serbia, Irak, Alemania, Panamá y muchas naciones más.
Así que, a pesar de que el presidente Mc Kinley intervino para liberar a Cuba del yugo español, dejando claro que Cuba era libre y soberana, Theodore Roosevelt invadió militarmente a Cuba y República Dominicana, entre 1905 y 1906 respectivamente, controlando las economías de ambos países para beneficiar los intereses económicos de las grandes empresas gringas pertenecientes –otra vez- al capital judío de Wall Street. Con todo, ganó el Premio Nobel de la Paz en 1906.
Los mismos banqueros gringos utilizaron el poderío estadounidense para impedir que Panamá fuera tomado por los liberales, e intervinieron a favor del gobierno conservador que rogó a Roosevelt para que trajera tropas norteamericanas a Panamá con el fin de frenar las avanzadas de Herrera.
Y Roosevelt, finalmente, terminó apoderándose de Panamá.
Theodore Roosevelt era miembro de la Orden de la Calavera y los Huesos (Order Skull and Bones), llamada también como “la Orden” (The Order), cuyo emblema es una calavera con dos huesos cruzados, muy similar al usado por los bucaneros. Esta fraternidad nació en la Universidad de Yale en 1832 y es considerada como una orden masónica independiente, es decir, no inscrita en ninguna gran Logia regular. De igual manera, buscan los mismos ideales de poder basados en una mezcla del Iluminismo jesuítico con las ideas de Hegel.
A esta secta masónica han pertenecido los presidentes Theodore Roosevelt, William Howard Taft, Bill Clinton, George Bush y George W. Bush, padre e hijo, entre otros. También perteneció a ella Prescott Bush, padre y abuelo de los anteriores. Igualmente, perteneció a ella el militar y político estadounidense George Catlet Marshall, Secretario de Estado, iniciador del famoso Plan Marshall en Europa, y premio Nobel de Paz en 1953.
Investigadores de la Orden, le atribuyen no solamente actos de vandalismo y delincuencia común, sino que aseguran que la mayoría de los socios estarían implicados en una serie de crímenes que van desde el narcotráfico hasta políticas eugenésicas para reducir drásticamente la población del Tercer Mundo y de las minorías étnicas en EEUU.
Como ya lo mencionamos antes, Alberto Rivera –el valiente ex jesuita que fue asesinado por desenmascarar a los hijos de Loyola, aseguró que “el Opus Dei es otro brazo de los Jesuitas, así como los Banksters (banqueros gánster), masones, los illuminati, el CFR (Council of Foreing Relations, Consejo de Relaciones Exteriores), el movimiento de la Nueva Era, Trilateral Comission (la Comisión Trilateral), el Club de Roma, los Bildebergers, Skull and Bones, el Bohemian Grove, El Comité de las 300 (así se llaman las familias de élite más ricas) – Rothschild en Inglaterra y los Rockefellers en América, etc. A través del Opus Dei, manejan los partidos demócratas cristianos, igual que los partidos políticos de centro y centro derecha, así como los poderosos sindicatos entre otros”. (Eric Jon Phelps, Los asesinos del Vaticano)
Por eso, no hay tal como nos quieren hacer creer los medios de comunicación, cuando nos muestran un enfrentamiento entre los Clinton y los Bush, o entre estos y Obama. Son hermanos de logia, de esa siniestra hermandad controlada por judeojesuitas para lograr su propósito de un gobierno mundial (el Nuevo Orden Mundial)
Napoleón Bonaparte, antes de ser seducido por los jesuitas, hizo la siguiente declaración:
“Los Jesuitas son una organización militar, no una orden religiosa. Su jefe es un general del ejército y no un simple sacerdote o un abad de un monasterio. La meta de esta organización es el PODER. El poder en su forma más déspota. Poder absoluto, poder universal, poder para controlar el mundo por la voluntad de un sólo hombre. El Jesuitismo es el más absoluto de los despotismos; y a la misma vez el mayor y el más enorme de los abusos…”
No es coincidencia que los más acérrimos defensores del comunismo pertenezcan a esta Orden. No es coincidencia que los comunistas como Fidel Castro, defiendan a los judíos mesiánicos. Él mismo –Castro- es de origen judío. La llave judeojesuítica es poderosa. Ellos no buscan la igualdad y la paz, sino el poder mediante la opresión. En Colombia, jesuitas como los curas Javier Giraldo y Francisco de Roux, son visibles defensores de los terroristas guerrilleros y comunistas. Y quien se les ponga al frente, sufrirá con toda certeza su ira “santa” e implacable.
Por Ricardo Puentes Melo
En el fragor de la guerra, los curas llamaban al orden y al sometimiento a los terratenientes, bajo la excusa de que la rebelión era un pecado, mientras que -al mismo tiempo- instaban a la rebelión en contra de los enemigos anticlericales con el argumento de que pelear a favor de la Iglesia era pelear al lado de Dios. “A luchar por nuestra religión... Dios lo quiere... ¡Católicos! (…) Por Jesucristo que nos dará la victoria...! Por su Sagrado Corazón que de un modo tan patente nos ha protegido..! (…) ¡Viva la religión..!”
Los jesuitas –¡claro que sí..!- llevaban a cabo sus operaciones comerciales con su tradicional sigilo; habían fundado en las colonias católicas, so pretexto de la religión, agencias comerciales, establecieron plantaciones en las que sus esclavos, negros o indios, trabajaban a latigazos, para recordarles que Jesús también sufrió, así que su sufrimiento y esclavitud eran voluntad divina, para la honra y gloria del Creador. Pero en varias ocasiones estos trúhanes fueron desenmascarados y la gente pudo comprobar quiénes eran en realidad los llamados Compañeros de Cristo.
Los jesuitas habían quebrado en Sevilla, donde también se descubrió que se dedicaban al contrabando. Con todo, estos pequeños “errorcillos” no produjeron tanto efecto en la opinión pública como sí lo produjo la quiebra escandalosa de la Compañía de Jesús en la isla Martinica, ocupada por los franceses. En Martinica, el provincial jesuita Lavalette había adquirido tierras, y comprado más de dos mil esclavos negros; el dinero lo había conseguido en París, Marsella y otras ciudades. El curita se ideó la manera de hacerlo sin levantar sospechas: los jesuitas enviaban barras de oro cubiertas por una capa de chocolate, empacadas en cajas y consignadas al provincial jesuita de la Compañía de Jesús en España. Un funcionario de la aduana, sospechando del peso exagerado de los chocolates, abrió una caja y descubrió el engaño. El gobierno confiscó el contrabando y los padrecitos jesuitas no se acercaron nunca a reclamar sus chocolaticos.
Así que, en octubre 7 de 1899 empezó la guerra de los Mil días. Una alianza entre facciones de conservadores y liberales dio un golpe de Estado contra Sanclemente, quien fue obligado a traspasar el poder a Marroquín. Benjamín Herrera, liberal, intentó invadir Panamá en 1901, en contra del Tratado Mallarino-Bildack, que en 1846 se había firmado entregando a Estados Unidos la protección de la soberanía de Colombia sobre el istmo debido a la incompetencia del gobierno colombiano para defender a Panamá de la Corona inglesa que pretendía apropiarse de ella, como ya se habían apropiado de numerosas regiones en Centroamérica.
Para la época en que Benjamín Herrera incursionó en Panamá, en 1901, Sanclemente y Marroquín habían enviado una comisión diplomática a Estados Unidos para convencerlos de que construyeran el Canal interoceánico por Panamá, y no por Nicaragua, como pretendía hacerlo Mc Kinley. El intento de Herrera de apoderarse de Panamá militarmente fue visto como un ataque por los norteamericanos, así que fueron rechazados por los marines estadounidenses que impidieron que el revolucionario Benjamín Herrera se tomara la zona del Canal y la Ciudad de Colón. El presidente Mc Kinley estaba a favor de la constitucionalidad y respetó el Tratado firmado en 1846.
Pero los jesuitas ya tenían planeada su próxima jugada. Mientras fundaban el partido social demócrata ruso, en Estados Unidos habían infiltrado a un hombre en las altas esferas del poder presidencial. Habían logrado apropiarse de la vicepresidencia del país. Theodore Roosevelt (foto) entraba en acción.
Como McKinley no quiso ceder a la presión de los capitalistas norteamericanos –manejados por judíos y jesuitas- (mismos que preparaban la revolución bolchevique y que habían financiado a Marx y Engels para sentar las bases del comunismo), negándose a entregarles Cuba a los intereses monopólicos de los millonarios, dueños de la banca estadounidense; y como Mc Kinley tampoco accedió a las pretensiones de los banqueros en Panamá, este presidente fue asesinado por manos criminales controladas desde la Santa Sede.
Y Theodore Roosevelt, la ficha de los jesuitas, subió a la presidencia dictando medidas que beneficiaron a quienes lo llevaron al poder. A pesar de que el Congreso de Estados Unidos había creado en 1899 la Comisión del Canal Ístmico que había estudiado todas las posibles rutas y se había decidido por la ruta nicaragüense, en 1902, bajo el control de Roosevelt, la Comisión cambió intempestivamente de opinión y recomendó hacerlo por Panamá. A pesar de que durante el gobierno de McKinley éste se había negado a negociar con Francia prefiriendo hacerlo con el gobierno colombiano directamente, la política de Roosevelt se encaminó en sentido contrario.
Theodore Roosevelt decidió torcer la famosa “doctrina Monroe”, y le añadió el llamado “Corolario Roosevelt” que daba licencia a Estados Unidos de ejercer “un poder policial” sobre América Latina e intervenir militarmente donde quisiera y cuando así lo creyera conveniente. Esa es la política que rige a Estados Unidos hasta hoy; esa es la política judeojesuítica que ha logrado utilizar el poderío militar de Estados Unidos a favor de sus intereses en Afganistán, Serbia, Irak, Alemania, Panamá y muchas naciones más.
Así que, a pesar de que el presidente Mc Kinley intervino para liberar a Cuba del yugo español, dejando claro que Cuba era libre y soberana, Theodore Roosevelt invadió militarmente a Cuba y República Dominicana, entre 1905 y 1906 respectivamente, controlando las economías de ambos países para beneficiar los intereses económicos de las grandes empresas gringas pertenecientes –otra vez- al capital judío de Wall Street. Con todo, ganó el Premio Nobel de la Paz en 1906.
Los mismos banqueros gringos utilizaron el poderío estadounidense para impedir que Panamá fuera tomado por los liberales, e intervinieron a favor del gobierno conservador que rogó a Roosevelt para que trajera tropas norteamericanas a Panamá con el fin de frenar las avanzadas de Herrera.
Y Roosevelt, finalmente, terminó apoderándose de Panamá.
Theodore Roosevelt era miembro de la Orden de la Calavera y los Huesos (Order Skull and Bones), llamada también como “la Orden” (The Order), cuyo emblema es una calavera con dos huesos cruzados, muy similar al usado por los bucaneros. Esta fraternidad nació en la Universidad de Yale en 1832 y es considerada como una orden masónica independiente, es decir, no inscrita en ninguna gran Logia regular. De igual manera, buscan los mismos ideales de poder basados en una mezcla del Iluminismo jesuítico con las ideas de Hegel.
A esta secta masónica han pertenecido los presidentes Theodore Roosevelt, William Howard Taft, Bill Clinton, George Bush y George W. Bush, padre e hijo, entre otros. También perteneció a ella Prescott Bush, padre y abuelo de los anteriores. Igualmente, perteneció a ella el militar y político estadounidense George Catlet Marshall, Secretario de Estado, iniciador del famoso Plan Marshall en Europa, y premio Nobel de Paz en 1953.
Investigadores de la Orden, le atribuyen no solamente actos de vandalismo y delincuencia común, sino que aseguran que la mayoría de los socios estarían implicados en una serie de crímenes que van desde el narcotráfico hasta políticas eugenésicas para reducir drásticamente la población del Tercer Mundo y de las minorías étnicas en EEUU.
Como ya lo mencionamos antes, Alberto Rivera –el valiente ex jesuita que fue asesinado por desenmascarar a los hijos de Loyola, aseguró que “el Opus Dei es otro brazo de los Jesuitas, así como los Banksters (banqueros gánster), masones, los illuminati, el CFR (Council of Foreing Relations, Consejo de Relaciones Exteriores), el movimiento de la Nueva Era, Trilateral Comission (la Comisión Trilateral), el Club de Roma, los Bildebergers, Skull and Bones, el Bohemian Grove, El Comité de las 300 (así se llaman las familias de élite más ricas) – Rothschild en Inglaterra y los Rockefellers en América, etc. A través del Opus Dei, manejan los partidos demócratas cristianos, igual que los partidos políticos de centro y centro derecha, así como los poderosos sindicatos entre otros”. (Eric Jon Phelps, Los asesinos del Vaticano)
Por eso, no hay tal como nos quieren hacer creer los medios de comunicación, cuando nos muestran un enfrentamiento entre los Clinton y los Bush, o entre estos y Obama. Son hermanos de logia, de esa siniestra hermandad controlada por judeojesuitas para lograr su propósito de un gobierno mundial (el Nuevo Orden Mundial)
Napoleón Bonaparte, antes de ser seducido por los jesuitas, hizo la siguiente declaración:
“Los Jesuitas son una organización militar, no una orden religiosa. Su jefe es un general del ejército y no un simple sacerdote o un abad de un monasterio. La meta de esta organización es el PODER. El poder en su forma más déspota. Poder absoluto, poder universal, poder para controlar el mundo por la voluntad de un sólo hombre. El Jesuitismo es el más absoluto de los despotismos; y a la misma vez el mayor y el más enorme de los abusos…”
No es coincidencia que los más acérrimos defensores del comunismo pertenezcan a esta Orden. No es coincidencia que los comunistas como Fidel Castro, defiendan a los judíos mesiánicos. Él mismo –Castro- es de origen judío. La llave judeojesuítica es poderosa. Ellos no buscan la igualdad y la paz, sino el poder mediante la opresión. En Colombia, jesuitas como los curas Javier Giraldo y Francisco de Roux, son visibles defensores de los terroristas guerrilleros y comunistas. Y quien se les ponga al frente, sufrirá con toda certeza su ira “santa” e implacable.