Rodolfo " Chango" Casanova. Parte 1
Publicado: Jue Oct 02, 2014 4:34 pm
Rodolfo “Chango” Casanova, Parte 1
¡Pásame el pulque!
Existe gente, que tiene un carisma natural para conquistar la simpatía de la gente, independiente el ámbito donde se maneje. Pueden mezclar sencillez, humildad, coraje, excesos o un conjunto de todos estos.
Si de ídolos del boxeo mexicano queremos hablar, seguramente se nos viene a la mente inmediatamente los nombres de, Raúl “Ratón “Macías, Rubén “Púas” Olivares, Salvador Sánchez, Julio Cesar Chávez, tanto por su carisma, como por las grandes victorias que obtuvieron, todos ellos con personalidades diferentes.
Comúnmente, siempre se omite los nombres de dos grandes boxeadores, tanto por la lejanía de sus hazañas, como por no haber conseguido coronarse como campeones, estos boxeadores que llenaron arenas cada vez que se presentaron, y que tuvieron una vida llena de excesos son, José “Toluco” López y Rodolfo “Chango” Casanova. En esta ocasión hablaremos del llamado “Primer ídolo del boxeo mexicano”.
Sería imposible saber si de haber llevado una vida organizada, este gran boxeador hubiera alterado en algo su legado. Pero me parece que todo lo que hizo tanto sus logros como desgracias, forjaron a este notable boxeador que comúnmente fue y es llamado, “El Campeón Sin Corona”.
Rodolfo reunía todos los requisitos de un “ídolo de barrio” que luego tendrían no sólo los boxeadores sino los deportistas, que se convertirían en lo que el inició. Pobre, dejar la escuela, trabajar desde joven y por supuesto los excesos.
Hablemos un poco de los inicios de este boxeador.
Rodolfo “Chango” Casanova, nació en León Guanajuato, el 21 de junio de 1915. Desde muy temprana edad su familia emigró a la Ciudad de México, por la muerte de su padre, en busca de mejores oportunidades. El barrio de la “Lagunilla” sería donde iniciaría sus primeras peleas, donde ganaría el respeto y el temor de sus “cuates” de cuadra, tanto por ganar la mayoría de sus peleas, como por las tremendas golpizas que les daba a sus contrincantes.
Desde muy pequeño Rodolfo Casanova tenía en claro una cosa, que no le gustaba la escuela. No es como nos ocurre a cada uno de la mayoría de nosotros, que el día anterior u horas antes, les decimos a nuestros padres llorando “no quiero ir a la escuela” y luego estamos en el salón de clases o con nuestros compañeros, cómo si todo ese drama no hubiera existido. Realmente este personaje y el colegio no se llevaban, tan es así que ni la primaria terminó.
Todo en esta vida tiene un inicio, y el que tuvo Rodolfo con el boxeo se remonta a una repetitiva historia dentro del pugilismo, “el seguir los pasos del hermano”. Su hermano Carlos, un boxeador con poco talento y que estaba a punto de deslindarse de este debido a la falta de oportunidades, dejó una semilla que rápidamente creció en Rodolfo, su amor por el deporte.
Rodolfo en ese tiempo trabajaba vendiendo nieves en su barrio, tenía 14 años, actividad que dejaría para dedicarse de lleno al boxeo, pero no sin antes ganarse un mote que lo identificaría y se conjugaría con su pasión por el boxeo ,el cual portaría orgulloso a lo largo de su carrera, ese apodo fue, “El nevero de la Lagunilla”.
Todo boxeador en sus inicios, mucho más en las época de antaño “cuando los tiros eran derechos”, tuvo alguna pelea callejera, a muchos, les quedó esa inquietud de hacerlo eso una profesión. La primera vez que se colocó los guantes de manera seria, Rodolfo Casanova fue nada más y nada menos que en contra de su hermano.
Cuentan los historiadores, que Rodolfo, al enterarse que combatiría ante su hermano, le cambio el semblante, no como aquel que se preocupa por lastimar a un familiar, sino como aquel que está ansioso de sangre y herir a como dé lugar. Llega el momento en que los invitan a enfrentarse, Rodolfo salió con violencia, propinándole una golpiza y prácticamente retirando de cualquier oportunidad, a su propio hermano. Rodolfo tan solo contaba con 14 años, tenía una furia como aquel inocente que esta tras las rejas y busca venganza de su acusador, esa paliza sería legendaria no solo en su barrio, si no pocos años después, cuando aquel niño se empezaba a convertir en leyenda.
Continuará……
Por Manuel Real
¡Pásame el pulque!
Existe gente, que tiene un carisma natural para conquistar la simpatía de la gente, independiente el ámbito donde se maneje. Pueden mezclar sencillez, humildad, coraje, excesos o un conjunto de todos estos.
Si de ídolos del boxeo mexicano queremos hablar, seguramente se nos viene a la mente inmediatamente los nombres de, Raúl “Ratón “Macías, Rubén “Púas” Olivares, Salvador Sánchez, Julio Cesar Chávez, tanto por su carisma, como por las grandes victorias que obtuvieron, todos ellos con personalidades diferentes.
Comúnmente, siempre se omite los nombres de dos grandes boxeadores, tanto por la lejanía de sus hazañas, como por no haber conseguido coronarse como campeones, estos boxeadores que llenaron arenas cada vez que se presentaron, y que tuvieron una vida llena de excesos son, José “Toluco” López y Rodolfo “Chango” Casanova. En esta ocasión hablaremos del llamado “Primer ídolo del boxeo mexicano”.
Sería imposible saber si de haber llevado una vida organizada, este gran boxeador hubiera alterado en algo su legado. Pero me parece que todo lo que hizo tanto sus logros como desgracias, forjaron a este notable boxeador que comúnmente fue y es llamado, “El Campeón Sin Corona”.
Rodolfo reunía todos los requisitos de un “ídolo de barrio” que luego tendrían no sólo los boxeadores sino los deportistas, que se convertirían en lo que el inició. Pobre, dejar la escuela, trabajar desde joven y por supuesto los excesos.
Hablemos un poco de los inicios de este boxeador.
Rodolfo “Chango” Casanova, nació en León Guanajuato, el 21 de junio de 1915. Desde muy temprana edad su familia emigró a la Ciudad de México, por la muerte de su padre, en busca de mejores oportunidades. El barrio de la “Lagunilla” sería donde iniciaría sus primeras peleas, donde ganaría el respeto y el temor de sus “cuates” de cuadra, tanto por ganar la mayoría de sus peleas, como por las tremendas golpizas que les daba a sus contrincantes.
Desde muy pequeño Rodolfo Casanova tenía en claro una cosa, que no le gustaba la escuela. No es como nos ocurre a cada uno de la mayoría de nosotros, que el día anterior u horas antes, les decimos a nuestros padres llorando “no quiero ir a la escuela” y luego estamos en el salón de clases o con nuestros compañeros, cómo si todo ese drama no hubiera existido. Realmente este personaje y el colegio no se llevaban, tan es así que ni la primaria terminó.
Todo en esta vida tiene un inicio, y el que tuvo Rodolfo con el boxeo se remonta a una repetitiva historia dentro del pugilismo, “el seguir los pasos del hermano”. Su hermano Carlos, un boxeador con poco talento y que estaba a punto de deslindarse de este debido a la falta de oportunidades, dejó una semilla que rápidamente creció en Rodolfo, su amor por el deporte.
Rodolfo en ese tiempo trabajaba vendiendo nieves en su barrio, tenía 14 años, actividad que dejaría para dedicarse de lleno al boxeo, pero no sin antes ganarse un mote que lo identificaría y se conjugaría con su pasión por el boxeo ,el cual portaría orgulloso a lo largo de su carrera, ese apodo fue, “El nevero de la Lagunilla”.
Todo boxeador en sus inicios, mucho más en las época de antaño “cuando los tiros eran derechos”, tuvo alguna pelea callejera, a muchos, les quedó esa inquietud de hacerlo eso una profesión. La primera vez que se colocó los guantes de manera seria, Rodolfo Casanova fue nada más y nada menos que en contra de su hermano.
Cuentan los historiadores, que Rodolfo, al enterarse que combatiría ante su hermano, le cambio el semblante, no como aquel que se preocupa por lastimar a un familiar, sino como aquel que está ansioso de sangre y herir a como dé lugar. Llega el momento en que los invitan a enfrentarse, Rodolfo salió con violencia, propinándole una golpiza y prácticamente retirando de cualquier oportunidad, a su propio hermano. Rodolfo tan solo contaba con 14 años, tenía una furia como aquel inocente que esta tras las rejas y busca venganza de su acusador, esa paliza sería legendaria no solo en su barrio, si no pocos años después, cuando aquel niño se empezaba a convertir en leyenda.
Continuará……
Por Manuel Real