Navegando: Estados Unidos

Por Rodrigo Cavazza Perdió, y perdió bien. Maravilla Martínez, aquel gran campeón mediano, ese que tuvo el (verdadero) cinturón desde el año 2010 cuando le ganó y por paliza al poderoso Kelly Pavlik. El mejor boxeador argentino, desde Monzón. Cayó por KOT ante el boricua Miguel Cotto. Pese a que él lo quería, su esquina dijo basta y no permitió a su boxeador salir a disputar el décimo round. En el primer asalto sorpresivamente Maravilla visitó la lona en tres oportunidades, lo cual prácticamente lo dejaba sin chances de llevarse el triunfo en las tarjetas, obligándolo a buscar el nocaut. A más de eso, la pelea se dificultaba. Cualquiera que viene siguiendo la carrera de Martínez desde hace algún tiempo lo pudo ver: sus piernas no respondían, sin que Cotto golpeara se doblaban, no podía mantenerse en pie. Las rodilleras, al parecer, poco o nada aportaban. En vano intentó Martínez imponer su distancia. La realidad es que la edad y las lesiones le pasaron factura, y de un modo duro. Es que ya en su última pelea (abril de 2013 ante Murray), Maravilla había mostrado síntomas de retiro. Si bien ante mis ojos ganó esa contienda, es innegable que sufrió más de la cuenta, porque Murray no era ningún iluminado, y nadie se extraña cuando digo que fue hasta el estadio de Vélez Sarsfield, en Argentina, de punto, para que el campeón se luciese ante su gente con un contundente triunfo. Pero otra fue la historia, porque el 7° rankeado por ese entonces en la clasificación del CMB le dio muchos dolores de cabeza al campeón, y además lo mandó a la lona en una ocasión. Si bien Maravilla se levantó y ganó ese combate, lo que vimos nos mostró a un Maravilla en su ocaso. Y el físico así lo indicó: una lesión en la mano y en las rodillas fueron un fuerte llamado de atención. Dios sabe solamente por qué no quisieron escuchar. Luego permaneció inactivo los ocho meses que restaron al año. Y en la pasada noche del 7 de junio volvió al ring para medirse ante un duro oponente que buscaba hacer historia. La lógica era dual: no había puntos medios, si Maravilla llegaba bien con su físico todos teníamos la certeza de que ganaría, y seguramente por KO, pero, si por el contrario, sus lesiones le recordaban que el padre tiempo a todos agobia, entonces la historia sería totalmente opuesta, y Cotto se alzaría con la victoria y el título. Fue lo que sucedió finalmente. El cuerpo de Martínez no respondió como antaño, y Cotto se llevó una justa victoria. Pero como se titula el artículo, que una raya más no lo haga menos tigre. Le tocó a Ali, le tocó a Tyson. Los grandes no dejan el boxeo, porque marcan época, y se rehúsan a irse, por eso, el boxeo los deja a ellos, y la pasada noche del 7 de junio, lamentablemente, vimos al último Maravilla, ese que el boxeo le dijo: “Tranquilo, relájate… Esta etapa ya concluyó…” Eso no resta mérito, porque esta magra actitud no opaca sus brillantes peleas, victorias que se transformaron en clásicos de la ciencia más dulce. Y por eso, mañana por la mañana, cuando analicemos lo sucedido, recordaremos a ese Maravilla, al que le dio una lección de boxeo a Pavlik, el que aniquiló en combate histórico a Paul Williams, el que hizo una pelea impecable ante Dzinziruk, el que dio brutales palizas a Barker y Macklin, el que devolvió al hijo de la leyenda a la escuela, y, también, al que con 39 años, y contra todo pronóstico, se subió al ring y dejó su corazón ante un boricua mucho más joven y con más hambre. Ese que siempre buscó pelear con los mejores, y nunca, jamás, rehuyó de nadie. Ese que todos esquivaron, que todos temieron, ese al que Oscar de la Hoya se le hizo el sonso para no enfrentarlo, ese que Mayweather miró para otro lado y no se atrevió a nombrarlo, el mismo al que Pacquiao le exigió un catchweight irrisorio en welter, cuando el filipino peleaba en superwelter y el team Maravilla le había ofrecido pelea en las 154 libras; el mismo que el Junior evadió durante dos años, el mismo que Golovkin demoró cuatro años (sí, ¡cuatro años!) en pedirlo para unificar títulos. De ese Maravilla yo me voy a acordar, el boxeador defensivo que peleaba sin guardia (¡inédito!), ese que le pedía a sus rivales que se preparen bien para enfrentarlo, ese que una vez dijo: “quiero ser el mejor, y para eso debo enfrentar y vencer a los mejores”, y lo hizo. ¡Hasta la victoria, siempre!

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